Un tropel de chiquillos llegó en pura carrera cuando todavía sonaba el agudo timbre que anunció el recreo de las 3 p. m.
Como si fuera una competencia, se apretujaron frente al mostrador en la soda de la Escuela Roberto Cantillano Vindas, en Ipís de Goicoechea, en busca de algo para saciar la sed o el hambre.
Llegaron con ¢100 o ¢200 y salieron con piña, sandía, bananos, gelatina de piña, pan de ayote o un fresco natural.
El que llevaba un poco más de dinero se deleitó con una hamburguesa hecha con torta de carne a la plancha y aliñada con zanahoria y espinaca; tomate, lechuga, una cucharadita de mayonesa light .
En esta soda escolar, administrada por Anita Durán Rojas, no se venden frituras o bebidas azucaradas que, en exceso, podrían subir el peso de los estudiantes. Ahí se cumple al pie de la letra el Reglamento de Sodas Escolares, establecido por decreto por los ministerios de Educación Pública (MEP) y Salud para este curso.
La restricción de vender ciertos productos en los centros educativos surgió hace tres años, cuando la Encuesta Nacional de Nutrición reveló que el sobrepeso y obesidad afectan al 21,4% de niños entre 5 y 12 años, y al 20,8% de muchachos entre 13 y 19 años.
Pese a la orden, encargados de otras sodas de escuelas y colegios tienen pánico de perder ventas si borran del menú las gaseosas, confites, comidas muy saladas o productos hechos en abundante aceite o manteca.
Sin embargo, Durán asegura que el paladar de los niños se acostumbra rápido al sabor de los alimentos saludables.
“El concesionario anterior dejó esta soda porque creía que iba a tener pérdidas. Los primeros días, los niños decían que la soda estaba muy “pelada”, pero fueron probando y ahora les encantan las arepitas o el pan de zanahoria o de ayote, así como las frutas”, expresó.
En esa institución estudian unos 1.190 alumnos y Durán tiene ingresos diarios por unos ¢75.000.
Los maestros también se acostumbraron a comprar almuerzos con mucha ensalada y vegetales, o a tomar un batido de frutas y hortalizas que se prepara en la soda.
“En un día vendo cinco piñas, una sandía entera y dos manos de bananos. Les hago helados caseros bajos en azúcar, arroz con leche y frescos de cas, frutas, piña con arroz y carambola con arroz. El paladar de los niños ha cambiado, incluso, algunos compran para llevarle a la mamá”, comentó Durán.
Poco a poco. En procura de que los centros educativos sean espacios libres de frituras, confites y bebidas azucaradas, como ocurre en esa escuela de Ipís, el MEP capacitó a todos los supervisores.
A ellos les encomendó la tarea de instruir a los concesionarios de sodas para que ofrezcan solo los productos permitidos.
Nancy Quesada, abogada del MEP, resaltó que el reglamento es de aplicación obligatoria, avalado por la Sala Constitucional.
“Todavía hay gente que se resiste a ese cambio, hemos tenido quejas de sodas donde aún se venden refrescos gaseosos y tratamos de que la gente entienda; es un proceso para cambiar la mentalidad”, afirmó Quesada.
La funcionaria resaltó que el reglamento de sodas no es la única estrategia que utiliza el MEP en los centros educativos para transformar los hábitos de los estudiantes.
A partir del 2013 se hablará sobre alimentación en las clases de Educación para la Vida Cotidiana y en Educación Física se procura que haya más movimiento.
“Es para que la gente piense en su salud, que se preocupe más por lo que consume”, dijo Quesada.