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Enfoque

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Me conmovió el asesinato del joven ambientalista que cuidaba nidos de tortugas en Moín. Sentí una profunda tristeza y no solo por la innecesaria y evitable muerte de una persona con toda una vida por delante o por la saña con que los sicarios perpetraron el crimen, sino porque ha muerto un joven de esos capaces de apasionarse por una causa buena, aunque las tortugas no paguen y, por lo visto, nuestra sociedad tampoco. No se trata de fabricar un semidios. El punto es honrar a quien lo merece. Y de no dejar que su asesinato pase inadvertido e impune.








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