Los poetas están llenos de metáforas, mas, en Grecia, las metáforas pueden estar llenas de poetas. Para viajar de Atenas al puerto del Pireo tal vez basten dos metáforas, aunque, para dar la vuelta al mundo, ya será necesario subirse a toda la Retórica de Aristóteles.
Es extraña la continuidad de las ideas: de la retórica clásica a los ómnibus de radio y ruido. ‘Metáfora’ equivale a “llevar más allá”; puede ser un vehículo que nos lleva, o una frase que lleva un significado más allá del normal; y el lenguaje retórico es precisamente anormal.
“Muñequita linda de cabellos de oro” (> amarillos) reza la pobre metáfora de una canción; “En crespa tempestad del oro undoso” (> cabello rubio ondulado) nos inunda, y son dos metáforas de Quevedo.
Al fin, sin pensarlo, todos hablamos con figuras retóricas: “El tiempo vuela” es una prosopopeya. Pese a su fama, la metáfora es solo una entre las docenas de figuras.
Hablemos de la sinestesia . En su notable libro sobre el pintor Manuel de la Cruz González Luján, la historiadora del arte María Alejandra Triana recuerda un extraño deseo de ese artista: “Cuando viví en Venezuela, quise pintar la música. Le di valores pictóricos a las notas musicales y así elaboré once cuadros basados en partituras” ( El arte como integración cósmica, p. 56).
Manuel de la Cruz intentaba jugar el juego mágico de la sinestesia: la percepción involuntaria de colores causada por sonidos: juego reservado a unos pocos, muy pocos sinestésicos, como Arthur Rimbaud, el poeta del celebérrimo soneto Vocales : “A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales, / algún día diré vuestro origen secreto”.
Algunos incrédulos creen (los incrédulos también creen, pero al revés) que tales colores eran solo los que constaban en un abecedario francés del siglo XIX, mas el testimonio de otro escritor, Vladímir Nabokov, es menos sospechoso: la escena en la que, siendo niño, discutía con su madre (otra sinestésica) cuál era el verdadero color de la letra W ( Habla, memoria , cap. II).
La sinestesia puede unir forma- color, sonido-color, etc., y es natural en el ser humano hasta los cuatro meses de vida . Después, el cerebro va perdiendo las conexiones (o se le debilitan) que unen los nervios propios de cada sentido: oído, visión, tacto, etc. Esta “poda” avanza poco en los sinestésicos, y nunca es total en los demás, de modo que las drogas alucinógenas crean “cruces” en las personas normales.
La literatura vive su vida y hace sus propias sinestesias: las metáforas, que cruzan aromas y sonidos formas y colores, aunque no todos puedan captarlas: lesiones en el lóbulo parietal izquierdo lo impiden (V. S. Ramachandran: Lo que el cerebro nos dice , cap. III). No importa: las metáforas siempre serán las más bellas sinestesias de juguete.