Cuando José Pérez, encargado de divulgación de la compañía Nacional de Teatro me comentó sobre esta obra, inmediatamente le dije que iba a escribir sobre ella porque el tema me interesaba mucho. También hablé con Andrés Montero, director de este montaje, quien muy amablemente me invitó a los ensayos y hasta fijamos una fecha para vernos. Sin embargo, a veces el destino o lo que sea, tiene otros planes y motivos de salud de cierta importancia me impidieron hacerlo. Así que, en lugar de las viejas paredes del Teatro de la Aduana, me encontré en las blancas pero frías paredes de un quirófano; no tuve ningún temor porque estaba en las sabias y generosas manos del Dr. Jaime Ulloa.
Galileo Galilei , de Bertolt Brecht, es una obra que siempre me ha interesado por su profundidad de pensamiento, por su denuncia, pero sobre todo por tratarse de una gran obra teatral. Hace ya muchos años fue presentada en el “Castella” bajo la dirección de Lenin Garrido y con la interpretación de William Zúñiga. Tuvo mucho éxito como siempre sucede cuando esta obra se presenta en cualquier escenario de cualquier país y en cualquier idioma.
Galileo Galilei fue un sacerdote católico quien, como se acostumbraba en aquella época y sigue ocurriendo incluso hoy en día, tuvo una amante con la cual concibió dos hijas: Virginia y Livia, y un hijo: Vincenzo, quien fue su único heredero. Por ser ilegítimas sus hijas, nadie de cierta importancia podría casarse con ellas, por lo cual decidió enviarlas a un convento, en el cual permanecieron el resto de sus vidas.
Galileo Galilei fue también un extraordinario científico, matemático, astrónomo y el hombre más importante durante la “revolución científica”. Es uno de los grandes genios que ha producido la humanidad. El apoyo que dio a las ideas de Copérnico le trajo sus primeros choques con la Iglesia católica, que ya había condenado por heréticas estas teorías. Lo ayudó mucho, sin embargo, la amistad que tenía con el papa Urbano VIII. En 1616 la Iglesia oficialmente declaró que la idea de que el Sol estaba quieto, y la Tierra era la que se movía, era falsa y contraria a las “divinas escrituras”, y además le ordenó aceptar esta decisión y no escribir nada que fuera contrario.
Las discrepancias continuaron, pero, durante algunos años, pudo continuar su trabajo debido a la protección de unas altas autoridades eclesiásticas; pero en el año 1633 fue juzgado por la Santa Inquisición que lo amenazó con terribles torturas, pero él mantuvo la mayor parte de sus ideas aunque, al final, para al menos salvar su vida, tuvo que aceptar como cierto lo que sabía y había probado que era mentira. No fue enviado a la hoguera, pero sí fue condenado a un arresto domiciliario por el resto de su vida. Además, fue condenado a no publicar ninguna de sus ideas en el futuro y todo lo publicado fue puesto en un índice de obras prohibidas. A pesar de la condena, Galileo publicó Dos nuevas ciencias , en que hacía un resumen de su trabajo durante cuarenta años y en dos nuevos campos científicos. Este libro fue muy elogiado muchos años después por Albert Einstein.
Este gran científico llamado “el padre de la física moderna” murió el 8 de enero de 1642, a la edad de 77 años. El Gran Duque de Toscana quiso enterrarlo en la basílica de la Santa Cruz e incluso pensaba construir un mausoleo en su honor, pero no pudo hacerlo porque el papa Urbano VIII, su antiguo amigo, y su sobrino el cardenal Barberini, no lo permitieron por ser sospechoso de “herejía” y entonces tuvo que ser enterrado en un pequeño cuarto cerca de la Capilla de los Novicios. La Iglesia católica trató de que su nombre cayera en el olvido, lo cual obviamente no logró y más bien el reconocimiento por sus grandes logros científicos son hoy reconocidos en todo el mundo.
Galileo Galilei es una obra de gran valor de un talentoso dramaturgo sobre la vida de un extraordinario científico, quien enfrentó con valor, y sobre todo con inteligencia el oscurantismo y el fanatismo. Esta lucha todavía persiste hoy en día en varios campos intelectuales y religiosos. Pienso en la lucha que se da desde los púlpitos, y después de las oraciones, contra la enseñanza de una sexualidad sana y sin prejuicios que se dará en todos los colegios. Pienso también en la incongruencia de nombrar en el Congreso a la persona menos indicada para dirigir las discusiones sobre derechos humanos. Esto es algo muy injusto.
Finalmente, el contrasentido de firmar un concordato con el Vaticano para que Costa Rica sea por fin un Estado laico, como lo son prácticamente todos los países democráticos en el mundo. Sobre todo si las conversaciones que se llevan a cabo para este concordato son secretas, como si hubiera el temor de ocultar algo.
El ver esta obra puede ser una enseñanza para las nuevas generaciones para que se alejen de la oscuridad y se acerquen a la luz de la inteligencia y la sabiduría, lo cual espero suceda esta noche, cuando se apaguen las luces del Teatro la Aduana y se encienda el escenario.