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El interminable camino de las letras se empieza a recorrer desde muy pequeño. El lector pequeñito aprende más porque todo es nuevo: un niño que descubre un buen libro aprende que todo puede ser fascinante con buena pluma.
Los libros para niños viven un momento auspicioso en el país; especialmente, con la magia vibrante de los álbumes ilustrados. El texto –siempre delicioso para aprender– convive feliz con el dibujo –que también es para leer–, y enamoran a los niños mientras convencen a los padres.
¿Por dónde flota hoy la literatura infantil en Costa Rica? Consultamos con personas destacadas en la escritura, ilustración y estudio de los libros para niños.
Los autores, Carlos Rubio, Marilyn Echeverría y Floria Jiménez; las ilustradoras, Rut Angulo y Vicky Ramos; así como la editora Marianela Camacho, nos cuentan qué es, qué no es y cómo deberíamos comprender la literatura infantil que nos ofrecen artistas del país.
“No me gustan las moralejas. Ni las fábulas me han gustado nunca. No me dejaban nada de sabor dulce cuando las leía. No me gusta escribir con moraleja”, indica Marilyn Echeverría (Lara Ríos).
Empero, el mito sobrevive: un libro para niños educa con un objetivo: para aprender una habilidad y nada más. “Así es como lo proponen en las escuelas: el libro es una obligación para aprender algo, para luego ser evaluado, y hay muy pocas escuelas que fomentan el placer de la lectura”, lamenta Rut Angulo.
La autora Floria Jiménez coincide: “El fin de la literatura infantil no es enseñar. Ya eso quedó atrás: esos fueron los inicios de la literatura infantil, cuando el niño era considerado un adulto pequeño”.
“Para bien o para mal, es en la escuela donde, por lo general, los niños leen, pero una obra para niños no se hace pensando en los principios curriculares de una nación”, considera el escritor. “La mayoría de la gente dice que lee para informarse o para aprender”, señala Rut Angulo, pero ni ella ni Rubio creen que el libro sea meramente una herramienta. Es literatura.
Es a través de “mundos, colores y letras”, como dice Vicky Ramos, que una niña se enamora del libro. Para Ramos, el niño establece una relación de afecto con el objeto que es el libro. Así, las ilustraciones se convierten en una llave de acceso a esos mundos: leerlos es hacer un viaje por la imaginación del autor y la propia.
“El mundo de la literatura para niños comparte las mismas aspiraciones, los mismos desvelos y preocupaciones que las de la literatura adulta, nada más que hay asuntos que se cuentan de manera que el niño comprenda. El niño es sumamente inteligente”, recuerda Carlos Rubio.
“Una de las grandes funciones de la literatura infantil es el desarrollo de la imaginación creadora, siempre y cuando el docente y el bibliotecario estén capacitados en narración expresiva, donde tienen que dominar recursos vocales, pausas de impacto y técnicas que permitan al niño concentrarse en el texto”, dice Floria Jiménez.
La ilustradora Vicky Ramos subraya esta distinción con claridad. “Se ha minimizado la capacidad del niño. Un niño de ahora tiene una gran formación visual, pero también tiene necesidades diferentes”, expresa la artista.
Su posición encuentra eco en el auge actual del álbum ilustrado y de libros de texto que acompañan sus publicaciones de dibujo y diseño creado en sintonía con el autor.
Así, la Editorial Costa Rica ha promovido los álbumes ilustrados de diversos artistas como una forma novedosa en el país; La Jirafa y Yo , con su mezcla de educación y sus elaboradas ilustraciones; los trabajos de Casa Garabato y de Ardilla Amarilla, así como una consolidada generación de ilustradores cuyas obras se cotizan en el país, en Nicaragua, Colombia y España.
Los dibujos abrieron la puerta y las letras guiaron el camino. Ahora, los más chicos pueden convertirse en viajeros de su propia literatura.