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El silenciode un amigo

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Conocí a José Merino en la cocina de su casa. Y es curioso porque, si conocer gente entre las bolsas de la feria y una nevera herrumbrada deja poco por descubrir, tuve la certeza de que aquella noche, además, me habló solo con la verdad. Y en un mundo que se rige por las fachadas y las máscaras, ¿cómo no iba a sucumbir ante su cariño? No hablamos de cosas importantes, solo alcancé a decir estupideces, pero la transparencia es más evidente aun cuando hay risa y hay vino. Y José, sin conocerme todavía, en un acto de generosidad pura, de esa que lo caracterizaba, me quiso. Es bajo esa premisa que me refiero a él como un amigo, porque no tengo otro filtro para entenderlo y menos para explicarlo.








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