Aves. Bestias. Árboles. Flores. Todo lo devora. Puede roer el hierro, morder el acero, matar reyes, liquidar ciudades: derribar montañas. El que leyó a Tolkien o vio la adaptación de Peter Jackson ya saltó igual que Bilbo: ¡el tiempo! Así, con entusiasmo, como el astuto hobbit que atinó cuando la propia respuesta se le iba de las manos. “Se acabó el tiempo...” había dicho victorioso Gollum, entregando con torpeza la solución al acertijo. Casi podemos imaginar a Crono golpeándose la frente con la palma de la mano.
El mismo padre de Zeus indica que estamos en enero del 2013 y que hemos sobrevivido una vez más al poder de la charlatanería y la falta de oficio: no se acabó el mundo. Por allá del 99, Marilyn Manson nos lo advertía: “No espere que el fin del mundo llegue un día cualquiera, ha estado sucediendo todos los días desde hace mucho tiempo”. ¿Cómo así? Sencillo: vivimos convencidos de que todo está mal y de que la humanidad nunca estuvo más cerca de su fin. La televisión cumple con su parte y nos ayuda a alimentar tan dramáticas conclusiones. En aquel texto (publicado en Rolling Stone ) Manson también acertó cuando dijo: “Los tiempos no se han vuelto más violentos, sino más televisados”.
De esto nos da fe Steven Pinker, psicólogo experimental, científico cognitivo, linguista y escritor canadiense cuyas clases en Harvard desearíamos recibir usted y yo. En su libro The Better Angles of Our Nature: Why Violence Has Declined, Pinker sostiene que las estadísticas demuestran una impresionante reducción en los índices de violencia universal a lo largo de nuestra historia documentada, especialmente durante los últimos 50 años. Pinker opina que este es quizás el logro más significativo de nuestra especie y a la vez el menos apreciado: “Sufrimos de miopía histórica”, dice. Yo agrego: solo vemos lo que queremos ver. Y algunos solo quieren ver el fin del mundo... todos los días de su vida.
Ni todo tiempo pasado fue mejor, ni la modernidad es tan mala como “parece”. Sin embargo, asimilar esto pasa primero por procurar la paz interna, como punto de partida fundamental. Si usted vive cansado y amargado, disfrutará contagiando al prójimo de quejas, reclamos, bilis y por supuesto, fatalismo: “es que antes las cosas no eran así, estas nuevas generaciones...”. Del mismo modo, si usted vive angustiado por el pasado o estresado por el futuro, la matemática de la vida también lo va a dejar fuera de juego.
La clave está entonces en el tiempo, en entender que, parafraseando a George Harrison, “todo lo que existe es el ahora”. Este momento. A partir de ahí, buscar y encontrar esa paz mental que nos permita abrirnos al mundo entero y a todo lo bueno que tiene para ofrecernos.