Con ocasión del 170.° aniversario del Tratado de Nanjing (firmado el 29 de agosto de 1842), vale la pena reflexionar sobre algunos hechos suscitados alrededor de la Primera Guerra del Opio (1839-1842) y la posterior rendición china ante el Reino Unido en la ciudad de Nanjing.
Durante la dinastía Qing (1662-1911), última del periodo imperial chino, todas las actividades, incluido el comercio con el exterior, se regían bajo un sistema tradicional. El cohong ( Gonghang o corporación oficial) tenía el monopolio del comercio extranjero desde 1720. Cuando los británicos iniciaron el comercio con China debieron hacerlo a través de este gremio, adecuarse a su sistema burocrático y a los impuestos aduaneros.
La balanza comercial favorecía al gobierno chino, pero los beneficios económicos que obtenía del trato con los europeos eran mínimos comparados con las ganancias provenientes de los impuestos internos.
Réditos del opio. Los británicos comerciaban con China a través del monopolio de la Compañía Británica de las Indias Orientales (CBIO), que compraba, por ejemplo, té, seda, porcelana y medicinas. El pago de esos productos se realizaba con plata conseguida en el continente americano. En su libro titulado China: su historia y cultura hasta 1800 , Flora Botton señala que el acceso a esa plata se vio restringido por la independencia de los Estados Unidos. En tales circunstancias, los británicos pensaron en un producto que abriese el mercado interno chino, razón por la cual introdujeron el opio.
Esa droga se conocía como medicina desde los tiempos de la dinastía Tang (618-907), y las potencias europeas habían introducido la práctica de fumar opio combinado con tabaco hacia 1637. Sin embargo, los británicos promovieron su consumo en concentraciones mucho más altas de morfina (derivada del opio).
En su artículo “Comercio y consumo de opio en China”, Marisella Connelly cita que el madak (solución que se fumaba antes del consumo del opio añejado y refinado) contenía 0,2% de morfina; el chandu , 10%, por lo que era mucho mayor la dependencia del chandu , introducida por los británicos.
A pesar de haberse prohibido la venta y la distribución de opio en China por un edicto del emperador Yong Zheng en 1729, la CBIO lo exportó a través del contrabando durante varios años. Hacia 1773, la CBIO asumió el monopolio de su comercialización, y en 1796 se dedicó a vender la droga desde la India a mercaderes privados británicos, quienes la introducían en China. De esta manera, la CBIO se liberaba de responsabilidades y sanciones comerciales que podían perjudicar su comercio legal.
En la segunda década del siglo XIX, el comercio de opio se incrementó por la competencia surgida entre las áreas dedicadas a su cultivo. El precio bajó, y el opio estuvo al alcance de más consumidores.
Los portugueses producían la variedad malwa en el occidente de India. La patna , de mejor calidad, se cultivada en el este, bajo el resguardo británico. En 1833 se abolió el monopolio de la CBIO para dar paso a compañías privadas, como Dent y Jardine.
El consumo de opio llegó a todos los niveles de la sociedad china, y sus adictos se exponían a daños de salud muy graves, que afectaban sus sistemas digestivo, circulatorio y nervioso. El adicto al opio quedaba en la miseria y perdía su trabajo y su familia.
En un artículo titulado “The Opium Wars”, John Brown afirma que la demanda de opio llegó a ser tan alta en China que los británicos pagaban la compra de productos con opio en vez de hacerlo con plata. Incluso dentro de la misma China, ante la escasez de monedas, la gente utilizó el opio como medio de pago.
Inicio de la guerra. En 1838, el emperador chino Daoguang designó a Lin Zexu como comisario imperial para terminar con el comercio ilegal del opio. A pesar de apelar al “sentido de responsabilidad moral” de la reina Victoria mediante una carta abierta publicada en China, los británicos continuaron con el contrabando.
En marzo de 1839, Lin y sus tropas confiscaron y destruyeron 21.000 cajones de opio. Luego, Lin ordenó a los extranjeros involucrados no regresar a Guangzhou. Como respuesta, los británicos intervinieron militarmente en noviembre de 1839 con naves y armamento superiores a los chinos. Esto precipitó la rendición china y la negociación del tratado que se firmó tres años después en Nanjing.
Así terminó la Primera Guerra del Opio. Cabe añadir que el Parlamento británico aprobó el envío de una fuerza naval a pesar de que nunca había existido una declaración de guerra por parte de China.
El tratado de Nanjing fue muy oneroso para China por las estipulaciones que el historiador Frederic Wakeman enumera: 1) una indemnización de 21 millones de dólares; 2) la apertura de cinco puer-tos para el comercio: Guangzhou, Xiamen, Fuzhou, Ningbo y Shanghai; 3) la igualdad de trato según el status entre oficiales británicos y chinos; 4) la presencia de cónsules británicos en cada puerto; 5) la abolición del monopolio cohong ; 6) la imposición de una tarifa moderada y uniforme sobre las importaciones y las exportaciones; 7) la cesión de la isla de Hong Kong a la corona británica.
Después de 1842, las hostilidades británicas –a las que se sumaría Francia para la Segunda Guerra del Opio (1856-1860)– irrumpirían con facilidad ante cualquier incidente por parte de China, lo que ocasionó un intervencionismo aún mayor.
El Tratado de Nanjing fue el primero de los llamados “Tratados Desiguales”, que recibieron los compromisos de concesiones del lado chino. En estos tratados, impuestos por el Reino Unido, participaron otras naciones europeas y los Estados Unidos, para beneficiarse de las riquezas de un imperio milenario que estaba a las puertas de su decadencia.
Sobre el opio y a la guerra. Desde el Occidente, el conflicto se ha visto muchas veces como una “guerra justa” para lograr un comercio equilibrado. Algunos incluso la consideraron “necesaria” para insertar a China en “la modernidad” y en la adopción de valores occidentales. Por ejemplo, John Fairbank dio poca importancia al rol del opio y justificó las acciones de los británicos. Fairbank puso de moda la teoría del “choque de culturas”, presentando a la occidental como más fuerte y más desarrollada, y se negó a reconocer los efectos negativos de la llegada de los británicos a China.
Desde la tradición marxista, los autores chinos describen las guerras del opio como el momento en que los occidentales obtuvieron beneficios a costa de la explotación del imperio Qing. Para otros, estas guerras dieron inicio a la modernización del país, o representaron una coyuntura entre la tradición y la modernidad.
El historiador Xin Zhang abre nuevas vertientes de análisis al sostener que es necesario reexaminar de qué manera la guerra se relacionó con los cambios internos.
Xin plantea la necesidad de estudiar los grandes significados coloniales y anticoloniales; el análisis de las rutas del comercio; la forma en la que los viajeros las usaron para crear un sistema eficiente y estable de comercio interregional, y el modo en el que el sistema proveyó oportunidades para desarrollar nuevas ciudades.
El Tratado de Nanjing puso en claro la actitud comercial británica, de tipo colonialista. La introducción masiva del opio causó graves repercusiones sociales. La estrategia británica continuó con su objetivo de inclinar la balanza comercial a su favor sin reparar en los medios; así, impuso la legalización comercial del opio a las autoridades chinas.
Los tratados siguientes al de Nanjing fueron también desiguales pues impusieron violaciones a la soberanía de China, mayores indemnizaciones y más puertos de tratados abiertos al comercio con las potencias occidentales.
El autor es historiador costarricense y egresado de El Colegio de México en estudios de Asia y África.