Cuando no existen buenas disposiciones es muy difícil encontrar justicia en las palabras y menos en los juicios. Y si la conciencia flaquea, se hace fácil caer en la obcecación y negarle al adversario el derecho a defender, por ejemplo, el valor absoluto de la vida humana.
En la época actual subsiste la ideología –si así pudiera llamarse– de reinventar al hombre y de rellenarlo de derechos humanos, que tal vez no gozan del soporte ontológico de la persona. ¿Podrá establecerse un derecho positivo capaz de omitir el sensato precepto de que no se debe hacer todo lo que se puede hacer? ¿Habrá un positivismo jurídico, autónomo de la persona, capaz de sustentarse en el poder de crearse a sí mismo, de reinventarse? Sería una evasión de la realidad. Es más humano aceptarse tal cual se es e irrumpir a crecer y ser mejores, para sí y para la sociedad.
En cuanto al tema que nos ocupa, la fecundación in vitro (FIV), si magistrados y diputados y otros profesionales, al contrario de lo que se dice, nunca carecieron de abundante información científica para pronunciarse, y el ciudadano común nunca tuvo acceso a la misma, no puede afirmarse que el pueblo aprueba la fecundación in vitro, porque una encuesta así lo afirma. Ese ciudadano, ese pueblo, estuvo ayuno de esa información, aunque la encuesta la realizara una respetable encuestadora.
Afirmar que aquellos magistrados, diputados y otros profesionales carecieron de tal información y que las suyas, por tanto, son opiniones sin fundamento, es un argumento falso y efectista. Además, constituye un abuso inadmisible dar por un hecho, sin contar aún con el veredicto final, que la Corte IDH aprobará la FIV.
Se trata de un tema suficientemente investigado en torno al comienzo de la vida humana. El comienzo se da así: “Aproximadamente a las 12 horas después del inicio de la fecundación, los pronúcleos replican el DNA de manera sincrónica, y los cromosomas se integran en una estructura bien precisa, para la que va a ser la primera división embrionaria. Es también el calcio quien induce la formación de los filamentos que, partiendo del núcleo, atraen el núcleo materno permitiendo el acercamiento y traslado de ambos al centro de la célula, donde se establecen el huso micótico y se produce la división que da origen a la organización propia de la siguiente etapa: embrión de dos células” ( El inicio de la vida de cada persona humana en la concepción, Dra. Natalia López Moratalla, España, 2003, p. 8). Es catedrática de Bioquímica y Biología Molecular y es una investigadora de fama internacional, presidenta de la Asociación Bioética Española. En cambio, el Comité Warnock de 1979 declara el comienzo de la vida del día 14 en adelante, y lo desarrollado antes de ese día lo declaran “amasijo de células”, gracias al cual todos hemos nacido. Llevan ya 33 años de omitir e ignorar estas investigaciones científicas.
Detrás de la ideología de reinventar al hombre se ocultan los papeles en una valija ejecutiva: la mujer convertida en negocio. Lo anuncia el periódico El Financiero del 20 de diciembre del 2010 al 2 de enero del 2011, No.799. Solo el Markethospital de California cobra de $32.000 a $68.000 por FIV. Y como en Estados Unidos el “vientre de alquiler” cuesta $200.000, este hospital pondrá una sucursal en México. De seguro lo habrá en Costa Rica, crecerá el turismo médico y algunos ginecólogos, a un menor costo, se harán ricos.
Ahora bien, como en Naciones Unidas, un poco en voz baja, se habla de modificar el Decálogo (los diez mandamientos), la IPPF o Federación Internacional de Paternidad Planificada ya habla de instaurar una “nueva moral”. Es una entidad al servicio de las multina- cionales farmacéuticas y la ONU le otorgó un “Estatuto Consultivo”para que mande en temas de población, como lo confirman las conferencias mundiales efectuadas y sobre la mujer. En cuanto a la voz baja acerca del Decálogo, recuerdo un pensamiento de un filósofo, para quien lo que se vive a fondo no se cita a fondo. ¿Trinfará la (anti)cultura de la muerte?
El Pacto de San José de Costa Rica de 1969, cuna de los derechos humanos y origen de la Comisión IDH y de la Corte IDH, le confiere al Estado la facultad de declarar el comienzo de la vida a partir de la “concepción”. Sin embargo, hoy, irónicamente, se le acusa ante la Corte IDH por no aprobar la FIV y por oponerse a desechar los embriones humanos sobrantes.
Si el mercado del aborto en Estados Unidos tuvo “3.000 clínicas abortistas” y se practicaron “30 millones” en diez años (Bernard Nathanson, La Mano de Dios), el negocio en Costa Rica sería próspero. Tengamos presente que no es posible reinventar al hombre para adaptarlo a un código genético donde la ciencia y la técnica puedan actuar sin límites, por lo que no todo lo que se puede hacer se debe hacer; que no somos un “amasijo de células” desechable, y que, por tanto, no es posible evadir la realidad ni tirar por la borda todo el valioso arsenal jurídico existente.
O nos ahoga el materialismo actual, o nos salimos de él; o nos aferramos al triunfo en la tierra, o ampliamos horizontes.
Venga lo que venga, no podemos preterir ni olvidar la trayectoria ininterrumpida en defensa de la vida humana, defensa proveniente, principalmente, de la Constitución de 1871 y consagrada en el artículo 21 de la Constitución Política de 1949 y el artículo 13 del Código Civil.
Costa Rica no es un país que menosprecia la vida humana, prueba de ello es que estos embriones humanos sobrantes los congelan, si quieren más hijos, o para hacer experimentos, o los botan los científicos del día 14. Si bien es muy respetable el deseo de tener hijos, no se puede llegar a tanto. No olvidemos el respeto a la vida.