San Isidro de El General. El viejo zorro del banquillo brumoso juntó por enésima vez su gorra.
Un pitazo de sentencia y lápida recién lo condenaba a la quinta derrota consecutiva y a la novena casilla de la clasificación. Mucho castigo para un estratega acostumbrado al éxito. Inconcebible para el palmarés de una entidad histórica.
La nueva realidad la había rubricado Pérez Zeledón con el 1 a 0, merced a un lance de contragolpe que ofreció precisión y metralla.
A la postre, el tejido del Sur en el minuto 31 fue la mejor imagen de un choque que aportó la entrega de los actores y el dominio del Cartaginés en un alto porcentaje, pero muy poco en calidad y espectáculo.
Keilor Soto habilitó a Camilo Aguirre, el colombiano sirvió a Luciano Bostal, quien acertó con su remate al rincón de Luis Torres.
Ímpetu sin neuronas. Odir diseñó un esquema que al tiempo que ofrecía resistencia atrás, procuraba la transición rápida de defensa a ataque, con base en lo que pudiera hacer Edder Nelson, innegable en su esfuerzo, pero nulo en el toque.
En esa franja vital, donde la teoría se convierte en táctica, Edder las intentó de todas, ¡todas! Solo que las falló de todas, ¡todas!
En contraposición, Miguel Ángel Rossi, técnico local, confió a Camilo Aguirre la tarea de administrar el balón y las circunstancias.
El 10 del Sur cumplió a cabalidad y fue la figura del encuentro.
Por eso, pese a que Cartaginés bregó con el afán de algunos de sus hombres, su esquema no carburó.
Curiosamente, por largos minutos, detrás de Jacques, sentado, en compás de espera, se encontraba Pablo Brenes, un mediocampista de reconocidas virtudes en lo que se refiere a concepción y diseño. Y no fue sino hasta el cierre, a escasos ocho minutos del pitazo final, cuando Jacques se decidió por él.
Las armas de Pérez Zeledón para mantener la ventaja y obtener finalmente el triunfo se basaron en la solidez de su defensa, donde volvió a liderar Robert Arias.
Además, Rossi contó con un factor significativo. Ese fue el sentido de sociedad que miramos entre Keilor Soto, Néstor Monge y Aguirre.
En consecuencia, aunque el dominio pertenecía a los hombres de la Vieja Metrópoli, en realidad esta presión no ocasionaba mayores contratiempos a la zaga local.
Y cuando fue preciso, en última instancia, emergió el guardameta Adrián de Lemos. Liderazgo. Colmillo. Visión panorámica.
Aunque se resolvió por la mínima, sin duda, el triunfo otorga algún respiro en una campaña que no ha sido coincidente con la estirpe de los Guerreros del Sur.
Pérez Zeledón se ve bien cuando Francisco Calvo, Camilo Aguirre y Néstor Monge le toman el pulso al juego. Pero que le falta, le falta.
“¡Cartaginés está unido”!, enfatizó al final el arquero Luis Torres, sin ocultar un drama que, sin embargo, no alteró la comunión del grupo cuando rezó el Padre Nuestro en el fondo del camerino.