El cura que se creyó James Bond

El divorcio entre la palabra y la acción resulta intolerable

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“'Y recuerden, hermanos, que el diezmo es un acto a través del cual los cristianos manifestamos nuestro amor por la Iglesia, un gesto con el que honramos el cuerpo de Cristo, una dación que Él agradecerá y sabrá recompensar en su momento” –predica el santo varón, en la parroquia de un modesto suburbio capitalino. Pero resulta que el señor llega a oficiar la misa en un Alfa Romeo último modelo, ultra-estilizado y rumboso vehículo que deja parqueado en la casa cural, y del cual emerge con prestancia digna del Agente 007, para dispensar sus sermones que preconizan la austeridad, la espiritualidad, el desapego de las riquezas materiales, la nocividad de la ostentación, el modelo de la vida contemplativa, simple, sobria. Eso hace, sí, el atildado preste. Y a mí, francamente, esto me da náuseas.








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