Tenía diez años. Aunque era solo un niño, la tía Rosa se lo llevaba a la Universidad Nacional para que la acompañara mientras ella repasaba la materia y hacía tareas.
Un día, le compró a ese chiquillo tímido y tranquilo un libro de física. Con eso marcó su vida.
Ayer, Alexánder Ramírez no pudo terminar de contar esa historia, pieza clave en cómo empezó su amor por la Matemática, porque las lágrimas brotaron mientras la recordaba y daba las gracias a todos por el premio que estaba recibiendo.
Ramírez, ahora un matemático de 39 años, recibió el reconocimiento como el científico joven costarricense del año 2012.
El premio lo entregan la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS, siglas en inglés) y el Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit), y consta del reconocimiento y $3.000.
“(Ramírez) ha desarrollado investigación original de alto nivel en Matemática, cristalizada en publicaciones internacionales muy fuertes en revistas de primera línea”, se lee en el acta del jurado.
El trabajo en Matemática de Ramírez comenzó con cómo se difunde el calor, pero ahora se centra en ecuaciones diferenciales con potencial aleatorio.
“Estas se usan para estudiar sistemas desordenados. Por ejemplo, ciertos materiales tienen impurezas y ellas se hallan distribuidas de forma irregular. También sirven para crear matrices aleatorias que se usan en Estadística y Física”, explica este hombre que empezó a estudiar ingeniería por miedo a que, si estudiaba Matemática, iba a cumplir su sueño, pero no iba a tener nada qué comer al despertar.
Ramírez es doctor egresado de la Universidad de Nueva York y entre sus proyectos está consolidarse internacionalmente como investigador y crear un grupo que trabaje en estos temas nacionalmente.
Actualmente, él es profesor en la Escuela de Matemática de la Universidad de Costa Rica y crítica la calidad de la formación en el país en esta materia.
“Es deficiente. El cambio de programas es un primer paso, pero se debe interesar al niño en un nivel muy básico”, dice.
Él sabe de lo que está hablando. Su tía Rosa contó ayer que, por su ejemplo, otros jóvenes de la familia quieren también estudiar esa misma materia, a la que muchísimos ticos le huyen.