Francisco Solano Astaburuaga Cienfuegos fue el primer embajador –o ministro, como entonces se decía– de Chile en Costa Rica. Conocidos en Santiago los graves hechos en torno a la guerra que se libraba en la América Central contra los filibusteros, el presidente Manuel Montt eligió a un intelectual y político de bien ganado prestigio para que asumiera esa responsabilidad.
Después de haber desempeñado otras misiones, en Lima y en Washington, el señor Astaburuaga llegó a San José a mediados de junio de 1857.
El 20 de ese mes en San José, con Lorenzo Montúfar, ministro de Asuntos Exteriores del presidente Mora Porras, Astaburuaga firmó la adhesión de Costa Rica al tratado que un año antes habían subscrito Chile, Perú y Ecuador, y “cuyo principal objeto era el afianzamiento de la independencia y soberanía de las naciones de origen español”, según afirma Ricardo Fernández Guardia en su obra Costa Rica en el siglo XIX: Antología de viajeros, publicada en 1920.
Era claro el peligro de un filibusterismo que, de triunfar en la América Central, podría expandirse por el resto del continente. En consecuencia, el tratado Costa Rica-Chile y las otras naciones pasó a ser un primer gran programa de defensa ante el peligro que los costarricenses habían detenido en su primera y más agresiva etapa. Agente diplomático. En su mensaje presidencial de 1857 a ambas cámaras del parlamento chileno, Manuel Montt había señalado:
“Lamentaréis, como todos los gobiernos americanos, las desgracias que pesan sobre Nicaragua, y no podréis menos de condenar con ellos esas expediciones piráticas en que unos pocos aventureros se apoderan de los destinos de un Estado, haciendo servir en su provecho las divisiones intestinas.
”Sin embargo de este modo de ver y de mis simpatías por aquella República, he creído que debía permanecer en una situación expectante.
”Nada me era dado hacer sin vuestra cooperación, y para decidirme a proponeros la línea de conducta que cumplía seguir a la República, me han faltado datos y antecedentes indispensables.
”Este motivo me ha impedido también adoptar resolución sobre las gestiones que hace poco vino a hacer a Chile un Comisionado especial de Costa Rica [Nazario Toledo] para obtener auxilios del Gobierno. Pero no era posible que Chile permaneciese en este caso en la inacción, y he creído que, por lo menos, debía enviar sin demora un Agente Diplomático a Costa Rica”.
Ese diplomático que llegó a San José en los primeros meses del 57 fue Francisco Solano Astaburuaga. Una vez aquí, recorrió la región, habló con sus dirigentes, compiló datos variados y terminó escribiendo una monografía que tituló Repúblicas de Centro-América, o Idea de su historia y de su estado actual , publicada en Santiago a fines de 1857. Acción enérgica. De particular interés en ese breve libro es el tono admirativo que el embajador chileno empleó para referirse al presidente de Costa Rica:
“El señor Mora es un costarricense de clara inteligencia, muy versado en los negocios de aquellos países y de una popularidad merecida, que le habían granjeado la franqueza y la liberalidad de su carácter.
”Comerciante rico, había tenido oportunidad de viajar y aun de visitar nuestro país y ponerse en relación no solo con hombres importantes de América, sino estrechar también su intimidad con sus propios conciudadanos de todas condiciones”.
Es probable que esos “hombres importantes de América” con los que Mora Porras se puso en contacto –al menos en Chile– hayan sido el venezolano Andrés Bello; los argentinos Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y Gregorio Beeche; y Antonio Varas y José Victorino Lastarria entre los chilenos.
En cuanto a su visión de Costa Rica, Astaburuaga Cienfuegos subrayó un rasgo notorio para el visitante ya a mediados del siglo XIX: la singularidad y la prosperidad de la república cuando se la comparaba con el resto del istmo:
“El movimiento de progreso y de prosperidad de Costa Rica debe mucho sin duda al patriotismo de su jefe y al apoyo que su administración encontraba en el buen sentido característico de este pueblo. El filibusterismo que, enseñoreado ya sobre Nicaragua, amenazaba de muerte la nacionalidad de todo Centro-América, encontró también en ese buen sentido del pueblo y en la energía del presidente Mora, la fuerza que bastó a repelerlo”.
Francisco Solano Astaburuaga no fue el único chileno preocupado por el destino de Costa Rica bajo la amenaza filibustera, como bien enseñan los estudios de Armando Vargas Araya; pero sí sabemos que fue el primero en servir a un gobierno cuya admiración por el pueblo costarricense quedaba impresa en formas distintas en las prensas de Santiago. El autor es doctor en literatura románica por la Universidad de Cornell y profesor en la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje de la Universidad Nacional.