En ese momento de intimidad, cuando usted cree estar disfrutando a solas con su pareja, puede aparecer un intruso silencioso pero muy dañino: el virus del papiloma humano (VPH), principal responsable de que en Costa Rica mueran más de 100 mujeres al año por cáncer en el cuello del útero (cérvix).
Este es el segundo tipo de cáncer más común entre las costarricenses. Anualmente, se diagnostican alrededor de 300 casos nuevos en el país. Además, el VPH puede generar verrugas genitales –tanto en hombres como en mujeres– y tumores en la vagina, la vulva, el pene y el ano.
Se calcula que más del 50% de las personas sexualmente activas se infectará con este virus en algún momento de su vida, pues es muy común y se transmite mediante el contacto genital, aunque no haya penetración.
Otra posible vía de contagio es el sexo oral, por lo que algunos estudios lo asocian con el cáncer de boca y de garganta.
Existen unos 30 tipos de VPH que afectan el área genital. Los de alto riesgo son los que suelen causar la aparición de células anormales que, si no se detectan y se tratan pronto, pueden convertirse en lesiones precancerosas y, más tarde, en cáncer. Los de bajo riesgo pueden causar verrugas no malignas, pero sí muy molestas.
Los VPH tipos 6 y 11 también pueden producir papilomatosis respiratoria recurrente, mal en el que se forman verrugas en el tracto respiratorio.
Es posible tener el virus y transmitirlo sin siquiera saberlo, ya que, inicialmente, no produce síntomas.
Según el patólogo Rodrigo Álvarez, director del Centro Nacional de Citologías (CNC), en muchos casos, el VPH es destruido por el sistema inmunológico, pero entre el 15% y el 20% de las personas que tienen contacto con el virus desarrollan lesiones.
“Si las defensas del cuerpo no lo destruyen, el virus empieza a replicarse hasta llegar a la capa superficial de la piel y generar una lesión activa. Avanza de la displasia leve a la moderada y luego a la severa; de ahí, pasa a ser un carcinoma
El CNC, donde se analizan todas las pruebas de papanicolau que se realizan en centros médicos públicos, ha dado la alerta de que hoy se detectan tumores en pacientes cada vez más jóvenes.
Desde el momento de la infección hasta la aparición de un cáncer pueden transcurrir –en promedio– 15 años, en mujeres, y 20 en hombres. Afortunadamente, existen armas para combatir el virus en ese lapso e incluso antes de contraerlo (
Se ha comprobado que los bebés pueden adquirir el virus al momento de su nacimiento si pasan por un canal vaginal infectado. Por eso, algunos médicos recomiendan la cesárea a aquellas mujeres que presentan lesiones activas por VPH en el embarazo.
La mejor forma de prevenir una infección por VPH es evitar cualquier tipo de contacto genital, o bien mantener una relación monógama y de largo plazo con una pareja no infectada. “El mayor riesgo de infección por el VPH se relaciona con el inicio temprano de las relaciones sexuales, el elevado número de compañeros sexuales a lo largo de la vida o el contacto genital con una persona de alto riesgo, es decir, con historia de promiscuidad”, describe el Dr. Rodrigo Álvarez, especialista en anatomía patológica.
Sin embargo, también puede ocurrir el contagio en una primera y única relación sexual; por eso se recomienda usar el preservativo, aunque este no protege en un 100%.
Es sabido que muchos jóvenes inician su vida sexual a edades muy tempranas, incluso en la preadolescencia; desde ese momento están en riesgo de contraer el VPH. Es idóneo vacunarlos antes de esa primera vez o lo antes posible.
Existen dos vacunas: la Cervarix, llamada “bivalente” porque protege contra los VPH tipos 16 y 18, que dan origen al 70% de los tumores cervicales, y la Gardasil, que es “tetravalente”, pues previene contra esos dos tipos de virus y también contra los 6 y 11, causantes del 90% de las verrugas genitales.
La primera, de la farmacéutica GlaxoSmithKline, cuesta de ¢30.000 a ¢35.000 por dosis; la segunda es de Merck y su costo oscila entre ¢39.000 y ¢50.000 por dosis. Ambas constan de tres dosis que se aplican por separado, en un lapso de seis meses, y por ahora solo están disponibles en el ámbito privado.
“Las dos vacunas son recomendadas por la Academia Americana de Pediatría para proteger a las mujeres, y la tetravalente también está indicada para reducir el riesgo de verrugas genitales en varones. Pueden ponerse a partir de los nueve años de edad, idealmente antes del comienzo de la actividad sexual, pero es importante vacunar a los jóvenes aun si ya se han iniciado”, explica el pediatra Jorge Márquez-Massino. Usualmente, se recomienda la vacunación entre los 11 y los 26 años.
Dado que ninguna vacuna es 100% efectiva ni protege contra todos los tipos de VPH, nunca puede decidirse que su aplicación sustituirá al examen de papanicolau.
“Las mujeres que no se hacen el papanicolau son las que tienen más riesgo de desarrollar cáncer cervical. Es inconcebible que todavía mueran tantas por esta enfermedad, que se puede prevenir con un control periódico”, manifiesta Álvarez.
El médico enfatiza que toda mujer debe hacerse el examen de papanicolau o citología vaginal exactamente un año después de su primera relación sexual. La prueba debe seguirse realizando durante toda la vida, cada dos años si el resultado es normal, y al menos una vez al año si se detecta la presencia del VPH.
Un 2,44% de las mujeres que se realizan esta prueba presentan una lesión maligna. Incluso, se han detectado casos de displasia moderada o severa en jóvenes de 18 a 20 años que iniciaron su vida sexual alrededor de los 10 años y no se practicaron a tiempo la citología.
Gracias al trabajo del Centro Nacional de Citologías, actualmente se detecta un 67% de los tumores de cuello uterino en etapas tempranas. La mayoría de casos nuevos surgen entre los 40 y los 44 años. Sin embargo, Álvarez reconoce que el papanicolau solo tiene un 50% de efectividad y detecta principalmente las lesiones que ya se encuentran en estado avanzado.
Un mejor método para detectar displasias leves es la citología líquida, capaz de encontrar lesiones hasta diez años antes de lo que lo haría un examen de papanicolau. También permite diagnosticar la infección por VPH en varones; en su caso se analiza el material celular de la uretra.
Este tipo de citología no se practica regularmente en las clínicas y hospitales del Seguro Social –solamente se hace a las pacientes el papanicolau–, pues su costo se considera elevado para el sistema público. Sin embargo, la inversión bien vale la pena para alguien que pueda pagar alrededor de ¢18.000, que es lo que cuesta el examen en el ámbito privado.
Si el resultado del papanicolau es anormal, se procede a realizar una colposcopía, procedimiento que permite visualizar mejor los tejidos del cuello uterino y tomar una biopsia para determinar cuán avanzada se halla la lesión. De esto dependerá el tratamiento que decida seguir.
Uno de los más utilizados en el caso de displasias leves o moderadas es la criocirugía, que consiste en congelar el área afectada para eliminar las células anormales del cérvix.
Cuando hay lesiones de alto grado, se puede acudir a una cirugía llamada “conización” o cono Leep, en la cual se introduce un alambre delgado, conectado a un generador de corriente eléctrica, para eliminar la zona afectada. También existen productos químicos que permiten quemar las lesiones.
En cualquier caso, cuando a una persona se le detecta el VPH, es importante que su pareja también reciba tratamiento, ya que es muy probable que también esté infectada.
Asimismo, es necesario fortalecer el sistema inmunológico para que las defensas del cuerpo puedan ganarle al virus y evitar de este modo la reaparición de lesiones. Por ello se recomienda mantener un estilo de vida saludable, que incluya una buena alimentación, la práctica de ejercicio físico conperiodicidad, evitar el cigarrillo y las drogas en general, aprender a manejar el estrés y dormir las horas necesarias.
Con todas estas armas, se puede mantener bajo control a ese peligroso enemigo.
Grabación completa del chat con la Dra. Olga Arguedas: