Contaba Otilio Ulate Blanco, quien fue presidente de la República de 1949 a 1953, que le tocó vivir una situación muy especial durante la campaña política 1947-1948.
Reza la anécdota que en las visitas a los pueblos, al presentador de los oradores –de apellido Calvo– le gustaba compararlo con figuras de renombre universal.
Así, por ejemplo, en Grecia de Alajuela, se expresó así para introducir el discurso de don Otilio: “Y ahora con ustedes, el Abraham Lincoln de Costa Rica”.
Cuando lo hizo por primera vez, el candidato no le hizo mucho caso. Pero unos días después, en San Ignacio de Acosta, lo presentó diciendo: “A continuación, escucharemos a nuestro libertador, el Simón Bolívar de Costa Rica”. En esa ocasión, cuenta Ulate que no aguantó más.
Cuando concluyó el mitin político, llamó aparte a Calvo y le prohibió terminantemente que lo comparara con nadie, menos con ilustres personajes de la historia universal.
“Limítese a decir mi nombre, únicamente”, le ordenó. Días después, en una plaza pública en Santa Ana, cuando le tocó el turno al orador de fondo, que era nuevamente Ulate, el presentador tomó el micrófono y dijo lo siguiente:
“Hablará ahora don Otilio Ulate, nuestro candidato presidencial, a quien no le gusta que lo comparen con nadie porque es tan humilde como Jesucristo…”.