Con una ironía que no le conocíamos, los Profesores de Salamanca llaman “bellísimo fragmento” a la historia de la estafa cometida por Jacob contra su padre, Isaac ( Biblia comentada , BAC, p. 258).
Al buen Isaac lo nublan la ceguera y la edad; a Jacob, la codicia.
Isaac pretende nombrar heredero al rudo Esaú, su primogénito, pero Jacob suplanta a su hermano, acuciado por Rebeca, quien parece ya una madre-harpía prestada por Dostoyevski al autor del Génesis .
Jacob se echa encima pieles de cabrito para que su padre lo palpe y crea que es el hirsuto Esaú. El cruel engaño se perpetra, de modo que, lo que en Isaac es una falta de vista, en los Profesores de Salamanca es una falta de tacto.
El hirsutismo (la hipertricosis) ha intrigado hasta la angustia a las personas pues –como escribió Jorge Luis Borges– suele ser monstruoso todo lo que no entendemos: una máquina confusa, un animal sorpresivo. Un vampiro es más agradable si nos da explicaciones.
Petrus Gonsalvus llegó obscuramente a Francia en 1556 desde su isla de Tenerife, piedra de sol que medita ante las costas del África.
Petrus Gonsalvus era un monstruo; de Tenerife lo arrancó otra monstruosidad: la esclavitud.
La naturaleza hace excepciones como un loco que dispara en la noche. Para algunos, sus excepciones se llaman belleza ; para otros, enfermedades .
La excepción de Petrus Gonsalvus fue su hipertricosis facial: hirsutismo barroco que sintió horror al vacío. Según los viejos manuales, que la naturaleza debió haber leído y no leyó, Petrus Gonsalvus no debió existir, pero existió pues, aunque la naturaleza es muy sabia, esto no le quita que sea analfabeta.
La suerte de Petrus pudo ser peor: afablemente recibido por una dinastía de reyes, engendró una dinastía de hirsutos. No fueron tan distintos: los nobles también son otra excepción, mas del trabajo.
La gran Lavinia Fontana historió la cara de Gonsalvus para que se inquiete la posteridad –el apodo que el presente pone al futuro–.
Petrus fue un retorno a nuestro origen: cuando los monos que fuimos perdieron la manigua de la piel. Esto nos refrigeró el cuerpo y el cerebro y nos hizo humanos. Por los pelos dejamos de ser simios.