El poeta Píndaro nació aproximadamente en el año 520 antes de Cristo. Nótese que, usando mal la Antiguedad, la gente no nacía en un año preciso, sino en uno aproximado. Se decía: “Yo nací a las 7:41 de la noche del martes 23 de agosto de aproximadamente el año menos 340”.
Todo eso permitía que la gente manipulara sin verguenza su edad. Así, los menores declaraban tener más años para entrar en funciones de teatro de mayores, como las dedicadas a la impublicable vida de Edipo y a sus “volcánicos idilios”, cual se decía en la Grecia clásica.
A la inversa, tanto oportunismo etario servía para que otros se bajasen la edad, de manera que, por ejemplo, todos los rapsodas se presentaban como “poeta joven” hasta ya muy transitada su senectud. Así no había cómo demostrar que los liridas embarcaban malamente al público con aquello de “las generaciones literarias”, y estas terminaban siendo un enredo que no habría solucionado ni el Gran Alejandro con su espada antigordiana.
Como dijimos, Píndaro casi nació en el año -520, y al mismo tiempo en la ciudad griega de Cinocéfalos, que significa ‘Cabeza de Perro’. Claro está, nacer en un lugar de tal nombre causa graves consecuencias. De tal modo, uno no podía decir: “Yo soy de Cabeza de Perro” pues entonces comenzaban las risitas y nadie sabía en cuál reyerta acabaría la confesión toponímica.
Otros cinocéfalos existían más en la imaginación pues eran seres compuestos de cuerpo de hombre y de cabeza de perro que asustaban a la gente (y ¿qué esperaban los cinocéfalos?). El poeta Hesíodo fue aproximadamente anterior a Homero y mencionó a los ‘hemicanes’; o sea, a los ‘medio perros’. Estos ya han desaparecido pues nosotros nunca nos hemos topado con hemicanes, aunque sí conocemos algunos que son medio perros.
El cinocefálico Píndaro se negó a gestionar los negocios de su aristocrática familia. Sí, sí; ya lo sabemos: este no es el momento de criticar a Píndaro ya que poco cambiarían las cosas; además, uno debe seguir su vocación aunque ni esta sepa a dónde va. Así pues, Píndaro se tornó poeta lírico y es uno de los más notables aedos de Europa. Ya en el siglo I d. C., Quintiliano lo consideró el “príncipe de los poetas líricos” ( Institución oratoria , VIII).
Nota bene : El poeta lírico es el que habla de los otros cuando en verdad habla de sí mismo.
Píndaro dedicó sus odas a los juegos religiosos y deportivos que se realizaban en Olimpia y en otras ciudades griegas. Sin embargo, sus poemas hoy decepcionan a la gradería de sol pues no describen las justas deportivas. “Bien podría suponerse que nunca estuvo presente en un juego” denuncia Edith Hamilton ( El camino de los griegos , cap. V). En cambio, Píndaro elogiaba la estirpe de los vencedores y sus ciudades, con alusiones encomiásticas a los dioses porque uno nunca sabe cuándo esté mirando Zeus.
Las odas pindáricas elogiaban la forma de vida aristocrática, casi feudal, cuando estaba por abrirse la ventana luminosa de la democracia ateniense. Por esto, Sir Karl Popper se lleva de encuentro al poeta: en su arrasadora crítica formulada contra Platón, Sir Karl atribuye a Píndaro la defensa del “naturalismo biológico” que justifica el dominio del más fuerte ( La sociedad abierta y sus enemigos , cap. V).
En los tiempos de Píndaro, solo los aristócratas podían competir en las olimpiadas; pero, ya a mediados del siglo -V, ellos cedieron su lugar a los deportistas profesionales, financiados por mecenas y apostadores (Luis Cantarero: Los poemas homéricos y las olimpiadas ).
Todo aquello fue como pasar de los lores que tomaban el five o’clock tea y jugaban al football con fair play , a la trituradora financiera y deportiva del Dream Team , cruce del deporte con Las Vegas.
El mundo señorial de Píndaro sobrevivió en Esparta, ciudad autoritaria donde existía la libertad de pensar que todo estaba bien.
En las olimpiadas nunca hubo oportunidad para los amateurs populares y desinteresados. Había sonado el disparo del negocio, como ahora, cuando, diezmados, los verdaderos amateurs sudan más buscando apoyo que corriendo. En el atletismo profesional también corre el dinero y suele llegar antes.
Píndaro se perdió todo ello, mas su lira sigue cantando bellamente para los señores y los dioses.