Víctor Hurtado Oviedo, editor vhurtado@nacion.com
Harold Camping es un pastor, así que lleva su apellido como una redundancia. Es posible que el pastor Harold pase sus noches garcilasas, de égloga, contemplando las estrellas, o considerándolas, lo que sería otra redundancia suya pues ‘considerar’ equivale a “mirar los astros” (o los ‘ sidera’ [de aquí, ‘sideral’]).
En realidad, Harold es el pastor de una iglesia de garaje estadounidense que se dedica a espantar a sus ovejas con el lobo del fin del mundo. Él lo ha predicho ya dos veces, pero sin logro de hecatombe ( id est , de “sacrificio de cien bueyes”).
Frustrada porque sigue viviendo, la gente ha criticado a Harold; pero la gente no sabe que predecir el fin del mundo no es cualquier cosa. No adivinar con puntualidad inglesa el instante del derrumbe colosal del universo no es igual que fallar prediciendo los resultados de unas meras elecciones pues en esto ya trabajan las encuestadoras.
El pastor malaguero había garantizado que el mundo ardería el 21 de mayo último a las 6 p. m., pero él jugó con nuestras ilusiones porque la noche cayó, sus ojos se cerraron, y el mundo siguió andando.
Harold ya nos había sentenciado en 1994, pero sin éxito; y ahora, otra vez, en mayo. Camping se ha negado a dar explicaciones por sus fallas, de modo que él puede aprovechar la continuación del universo para dedicarse a la política.
Con 89 años, Harold puede aún acertar con nuestro óbito masivo, salvo que le ocurra como a un inédito escritor argentino, de quien el periodista Osvaldo Ferrari (hablando con Borges) dijo que, “al morir a los cien años, era toda una promesa”.
Pronosticar a Camping un exultante ingreso en la política tiene otro fundamento pues él nunca aprende: ahora nos anuncia el fin del mundo para el 21 de octubre.
Ignoramos a qué se deba tal demora, aunque podríamos suponer que el fin del universo se ha postergado por falta de tiempo.
Camping no es un charlatán porque dirija una radio (Family Radio), pues hay directores honorables, sino porque abusa de la ingenuidad ajena para enriquecerse ($120 millones). Por asustar con el final del universo, Harold Camping es un vividor de la muerte.
La idea del fin del mundo es tan vieja como el mundo. Algunas filosofías griegas negaron que el universo hubiese tenido un comienzo y que tendría fin. Otras ideas propusieron el “eterno retorno”: el fin y el inicio del universo (para Epicuro, la reordenación de los átomos).
Otras culturas postularon solo un cambio de época, como los mayas para el 2012, y como los quechuas con cada nuevo pachacútec .
La Tierra será polvo rojo cuando el Sol la invada, pero nos obsequia aún tiempo para disfrutar la vida si es que no asestamos antes el fin del mundo a nuestro ambiente.