A Libia Vargas Esquivel la vida la sorprendió escogiendo granos de café en el beneficio Otoño. Ser mamá sola, con tres hijos que mantener no era una hazaña fácil en los años 50 del siglo pasado.
Aunque aprendió el oficio de telegrafista, Libia no tuvo más salida que trabajar en el patio de uno de los seis beneficios de café de San Rafael de Heredia. Lo hizo por más de dos décadas.
Así fue como crió a sus tres hijos: el actual alcalde de ese cantón herediano, Alberto Vargas, y Áurea y Cecilia, quienes se dedicaron a la educación.
Libia pertenece a un grupo de 60 mujeres rafaeleñas a quienes ese cantón le rendirá un homenaje pues fueron parte de aquel ejército silencioso de damas que ayudó a levantar la comunidad.
Con poco más de 40.000 habitantes en la actualidad, San Rafael cumple, en este 2010, los 125 años de su fundación.
Para algunos, quizá, las historias de estas mujeres puedan parecer una cadena de simples hechos sin mayor pomposidad o relevancia. Pero apenas uno se deja llevar por sus narraciones, se encuentra, de frente, con la aventura de madres que lo fueron a la luz de una candela, o con la hazaña de criar solas a nueve hijos a punta de abarrotes de pulpería.
Cada una de esas 60 mujeres tiene una historia en la que se refleja la madera de la cual están hechas. Por eso, los rafaeleños están tan orgullosos de ellas.
El caso de Libia: visitarla es como meterse en un rinconcito del pasado. Su casa es pequeña y guarda muchos detalles de aquellos años en los que tanto luchó por sacar adelante no solo a sus hijos, sino a su mamá, a quien cuidó hasta sus últimos días.
Sus días transcurrieron entre un grupo de 40 escogedoras de café. “Era divertido. Uno se entretenía hablando y oyendo radio”, comentó, como queriendo bajarle el perfil a lo tremendamente agotadora que era aquella labor.
Horas de horas pasó en una silla, con los ojos perdidos entre miles de granos de café, atenta a pescar aquellos que no cumplían con la calidad requerida.
¿Que si dolía la espalda? ¡Claro! Por eso, luce encorvada. Un bordón le ayuda a moverse luego de una fractura de pierna. De vez en cuando, viene a verla alguno de sus nueve nietos o sus seis bisnietos.
Socorro González Vargas, de 88 años, es de figura pequeña y delgada. Contrasta con la fuerza de su risa.
Vive camino al Monte de la Cruz, en una casa de madera de 40 años o más. Aprovecha la visita inesperada para contar que lleva 12 años tramitando una pensión del régimen no contributivo, que la Caja da solo a pobres.
“¡Va a
Socorro tuvo nueve hijos a los cuales crió sola porque su difunto marido solo tuvo capacidad para portarse bien los primeros años de aquel fugaz matrimonio.
Ella es experta en deshijar el café y, sobre todo, en sembrar frijoles. Lo aprendió “desde
“Me casé a los 17,
Tan atrás que se desapareció del mapa. A punta de vender en una pulpería, Socorro se las arregló para darles a todos el sexto grado por lo menos.
Su pulpería fue famosa en el barrio. Se llamaba Centro de amigos, y fue levantada en un rincón del jardín. Y a ella se le recuerda siempre con su trenza recogida y su delantal de peto, detrás del pequeño mostrador.
Si por algo es famosa Consuelo Arce Ramírez –además de su dulzura sin límites y su don de gentes– es por Reyes Arce, su papá, quien fue el artífice de la primera cañería que surtió de agua potable a los rafaeleños.
Con 95 años de edad, Consuelo tiene una memoria prodigiosa. El Tanque 90, al cual los rafaeleños califican como el más grande del país, fue una de las obras que se deben a la generación masculina de su familia.
Mas para que esos hombres fueran a trabajar, había un grupo grande de mujeres listo para llevarles el
Todavía disfruta palmeando las tortillas caseras que alguna vez le llevó a su papá, sus hermanos y su esposo, Juan Rafael Garita, a quien conoció –como era común en esos tiempos– en la misa de diez.
Nueve de sus diez hijos nacieron en la casa. Al mayor, se le ocurrió nacer una noche, estando Consuelo sola. Con la asistencia de su vecina y de una candela, el
Al igual que Libia y Socorro, Consuelo ha dejado una carretada de nietos (22 en total) en San Rafael. “Han salido buenos muchachos”, dice. El tiempo lo dirá en unas décadas, cuando estas abuelas ya no estén y haya otros para contar esta otra parte de la historia rafaeleña.