No debemos confundir el proceso de ‘destrucción creativa’ con el proceso de ‘destrucción creada’, proceso por el cual las decisiones de las autoridades económicas crean ganadores y perdedores.
Durante la primera mitad del siglo pasado, el economista austriaco Joseph A. Schumpeter describió el proceso de ‘destrucción creativa’: “Pero en la realidad capitalista, a diferencia de la caricatura del libro de texto, no es esa clase de competencia [por precio bajo] la que cuenta, sino la competencia por el producto nuevo, la nueva tecnología, la nueva fuente de abastecimiento, el nuevo tipo de organización... competencia que impulsa una ventaja decisiva en costo o calidad y que tiene impacto no en los márgenes de las ganancias y la producción de las empresas existentes, sino en sus fundamentos y sus mismas vidas”.
El proceso de evolución de las economías capitalistas modernas –incluida Costa Rica –, tal y como lo describió Schumpeter, es liderado por los empresarios (micro, pequeños, medianos y grandes, tanto nacionales como internacionales), quienes, permanentemente, innovan para lograr ventajas decisivas frente a sus competidores. Como resultado de esta dinámica, las firmas más exitosas en lograr procesar, adoptar y aplicar conocimientos para mejorar su propuesta de valor agregado de los bienes y servicios que presentan a los consumidores en el mercado y mejorar su productividad, serán las ganadoras –y sobrevivirán– las que no logren innovar, serán las perdedoras –y, tarde o temprano, morirán–.
La ‘destrucción creativa’ no es la única dinámica que incide en determinar si una empresa vive o muere. Las autoridades económicas del Gobierno tienen la potestad de tomar, de manera discrecional (atendiendo a su criterio y sin someterse a reglas), decisiones que generan empresas ganadoras y empresas perdedoras.
Esas decisiones, que distorsionan los resultados de pérdidas o ganancias para las empresas que arrojaría la interacción de las fuerzas de mercado, se transforman en un proceso de ‘destrucción creada’.
Destrucción creada. Para muestra, tres botones de ‘destrucción creada’, en Costa Rica. Primero, la fijación del límite inferior de la banda cambiaria. La junta directiva del Banco Central de Costa Rica (BCCR) decidió que intervendría para defender un tipo de cambio de 500 colones por dólar en el mercado mayorista. Para nadie es un secreto que esta decisión favoreció a algunos y perjudicó a otros. Más concretamente, hay empresas que son viables a un tipo de cambio de 600 o de 550 colones por dólar, pero que no son rentables a un tipo de cambio de 500, 450 o 400 colones por dólar.
Segundo, la decisión de disparar el gasto público y la deuda pública. Tanto la Administración Arias como la Administración Chinchilla decidieron disparar el gasto público (especialmente, gasto corriente). Como consecuencia, el déficit fiscal y la deuda pública, para el gasto, crecieron exponencialmente. Esto, a su vez, contribuyó a elevar, en varios puntos, las tasas de interés en colones, favoreciendo a algunos y perjudicando a otros. Es claro que hay proyectos de consumo, vivienda, capital de trabajo o inversión que son rentables a tasas bajas y que no lo son a tasas altas.
Tercero, la decisión del Poder Ejecutivo –que no se ha aprobado todavía en la Asamblea Legislativa– de emitir $4.000 millones en deuda externa (eurobonos). La eventual implementación de esa decisión podría causar una importante caída, adicional, en el tipo de cambio. Esto, como se explicó arriba, generaría ganadores y perdedores. Concretamente, podría condenar a muerte a aquellas empresas que no serían viables si el tipo de cambio cae por debajo de su nivel actual y dejaría sin empleo a todos los que colaboran con esas empresas.
“Aunque solo unos pocos podrán originar una política, todos somos capaces de juzgarla”, sentenció Pericles de Atenas (aprox. 430 a. C.). Costa Rica debe apostar por liberar los vientos de la ‘destrucción creativa’ y por contener los de la ‘destrucción creada’.