Escribo estas líneas como el más fiebre, pues después de ver el episodio inaugural de Nashville no he parado de recomendarle la serie a todo el mundo. Lo siento: es inevitable.
Con este estreno de Sony es entendible hacer paralelismos y comparaciones, pues se trata de una historia en la que las mujeres mandan, creada por una mujer que precisamente se tornó leyenda por contar de la mejor manera otra historia de poder femenino.
Callie Khouri es el cerebro e inspiración detrás de Nashville . De ella lo primero lo supimos hace rato, en 1991, cuando se estrenó el hoy clásico Thelma & Louis , escrita y producida por ella.
No hacía falta ser feminista para quedar maravillado con aquel relato de dos mujeres que rompen moldes, la ley y sus propios esquemas, en un filme perfecto que uno debería ver, aunque sea por cultura general.
Desde entonces la carrera de Khouri ha sido si se quiere discreta, con éxitos menores. Hasta que, de nuevo, volvió a lucirse con nuevos personajes femeninos de grueso calibre.
Rayna Jaymes y Juliette Barnes son la fuerza conductora de Nashville . La primera una estrella venida a menos y la segunda una promesa de ascenso imparable. Ambas militan en la competitiva escena de la música country , que tiene precisamente su meca en la capital del estado de Tennessee. En las calles de Nashville no era difícil toparse con Johnny Cash, Patsy Cline, Emmylou Harris, Faith Hill, Dolly Parton o Tammy Wynette.
Rayna se consagró en la época de las tiendas de discos, las complacencias en la radio y la música hecha con bajo, guitarra y batería. Ella poco sabe o entiende de iTunes, fusiones pop o servicios de streaming , justo todo lo que representa la insolente Juliette.
Es como que si alguien que fue famoso hace 20 años (digamos, Shania Twain) tuviera que acomodarse a los caprichos de una diva adolescente (¿Taylor Swift?). O para ponerlo en términos más contudentes, algo así como Madonna a sus 50 y pico de años sirviéndole de telonera a Lady Gaga.