Cuando tiene a su alcance algo que le encanta, como su golosina favorita o un delicatessen recién descubierto, el nuevo álbum de su artista favorito o un nuevo videojuego' ¿cómo lo consume?
Si actúa como la mayoría de las personas, probablemente elige consumir y usar con mucha frecuencia las cosas que disfruta, esas cosas que le traen placer.
Lo irónico de eso es que, mientras más rápido o frecuente uno realiza una actividad placentera, más rápido uno queda saciado de la misma. Uno se empacha hasta de las cosas que más le gustan.
La evidencia científica es vasta. Las personas nos cansamos de comer repetidamente lo mismo, escuchar la misma canción (creo que buena parte de mi generación no puede escuchar “La Macarena”...) y hasta podemos saciarnos de socializar con los mismos buenos amigos.
La gratificación que trae la experiencia pierde su efecto cuanto más rápido se repite la actividad, o cuando se está expuesto a la misma durante largos periodos, pero, si uno va de a poquito, la experiencia será más placentera y ese placer se disfrutará durante mucho más tiempo.
Así lo demuestran Jeff Galak, profesor de Mercadeo de la Universidad de Carnegie Mellon, George Lowenstein, profesor de Economía y Psicología de la misma universidad, y Justin Kruger, de la Escuela de Negocios Stern, de la Universidad de Nueva York, quienes a través de cuatro experimentos exploraron la forma en que las personas consumimos las cosas que nos gustan.
Para el análisis usaron dos escenarios. En uno el objeto a evaluar era el ritmo en que se llegaba a la saciedad al consumir la golosina favorita de los voluntarios. En el otro, lo que se evaluó fue la saciedad con respecto a la utilización de un nuevo y entretenido videojuego.
En ambos escenarios se manejaron dos grupos. En uno los voluntarios podían consumir su golosina o utilizar el juego al ritmo que ellos deseaban. En el otro, debían respetar los intervalos de consumo que señalaban los investigadores.
¿El resultado? Cuando las personas tenían la libertad de eligir la frecuencia del consumo o uso de su cosa favorita, la saciedad llegaba mucho más rápido que en quienes seguían los intervalos señalados por los investigadores.
El estudio, publicado en la última edición del Journal of Consumer Research , concluye que, en contra de nuestro mejor beneficio, los humanos solemos consumir muy rápidamente lo que nos gusta, llegando a la saciedad y disminuyendo, a la larga, el placer que esa cosa nos puede traer.
El consejo es claro: si vamos de a poquito, no nos vamos a saciar y el sentimiento placentero que nos trae esa golosina, canción o juego estará presente cada vez que los disfrutemos.