He aquí otra sorpresa, luego de ver
Cuando la revista
Sin embargo, por justicia con el lector, he de contar que no fue poca la gente que salió de la sala en algún momento de la proyección. Esto me recordó cuando se exhibían, en el viejo cine Capri, las películas del sueco Bergman, el gran Ingmar Bergman. Es cuando uno lamenta el deterioro que, del gusto cinematográfico, ha hecho el cine masivo e industrial de Hollywood. Ni modo.
En el verano, a la casa del feliz matrimonio de Tom y Gerry, llegan personajes que acuñan las más enconadas soledades. El contraste de situaciones emocionales es evidente y el filme ahonda en ello con la más profunda sensibilidad que le es dada al arte. En otoño, sentimos cómo las hostilidades aparecen.
En invierno, la felicidad, la soledad y el dolor ante la muerte inevitable conforman una situación compleja, es el fiero y a la vez hermoso tejido humano donde debemos, todos, encontrarnos desde adentro y con nuestros prójimos: es la vida, así, dialéctica, llena de contradicciones y donde lo cotidiano puede ser la salvación ante cualquier angustia existencial.
Ese es Mike Leigh como guionista; como director, refleja las situaciones desde el más sentido compromiso de la cámara con cada escenario. Las imágenes en pantalla sienten y nos hacen sentir. La exquisitez plástica es seductora y, por ahí, se permean pasiones en juego. La cámara es la huella del ojo del espectador.
El cuadro se completa con la más pura y brillante dirección de actores, ¡qué palo de actuaciones! No tengo palabras para describir tanto genio histriónico y, dentro de tanta actuación extraordinaria, la de Lesley Manville para darnos una Mary visceral, desde adentro, personificación viva de la soledad en la mujer.
Esta película no es para generar millones de colones, ojalá lo entiendan los propios exhibidores, y le den su oportunidad en cartelera para un público al que también le deben algo: mejores filmes. Al menos, que se la concedan a la Sala Garbo, donde he visto tres películas enormes de Mike Leigh: