Una de las frases que verdaderamente cambiaron mi perspectiva con respecto al arte (y a la pintura principalmente) fue la que expresó el poeta y crítico francés Charles Baudelaire en 1845: “El pintor, el verdadero pintor, será aquel que sepa extraer de la vida su lado épico, el que ['] nos haga comprender lo grande y lo poético que somos en nuestros lazos al cuello y en los zapatos de charol”. Esto es precisamente lo que planteo en mis obras: grandes monumentos a lo insignificante, a lo trivial o lo sencillo. Cada vez más, el arte contemporáneo se funde en la cotidianeidad (¿o la cotidianeidad en el arte?) y, por tanto, mi aproximación al arte nace de allí.
Realicé el cuadro Comprando zapatos o La coronación de la Virgen (Velázquez) en los meses de julio y agosto del presente año. En muchos aspectos es particular y diferente de los otros que desarrollé anteriormente. No sólo es la pintura más grande que he ejecutado (176 x 124 cm), sino que es la de un tratamiento pictórico más fresco, donde una pincelada irreverente construye los volúmenes a un nivel casi impresionista –aunque preferiría compararlo con el trabajo del norteamericano Malcolm T. Liepke–.
Asimismo, tal vez sea el cuadro con menos recursos utilizados de su referente (de Velázquez) ya que preferí no incluir, por ejemplo, más “personajes” para acentuar el acto que titula el presente trabajo.
Tomé prestado casi únicamente los colores típicos de la majestad espiritual (en el atuendo de la virgen adolescente), una composición simétrica, y –lo más importante– la pose de la modelo, que definitivamente tiene la apariencia de estar sentada en un trono y no en un modesto sillón de zapatería.
Algo que además me gustaría resaltar es que, cuando ejecutaba obras primeras como esta, yo ya conocía los espacios y podía acondicionarlos casi a mi antojo. En esos espacios se realizaban sesiones fotográficas previas porque yo empleo los recursos tecnológicos que están a la mano tanto en la producción en artes visuales como en cualquier otra disciplina profesional del quehacer humano. Sin embargo, esta vez, las fotografías se tomaron en una zapatería de San José, la cual no conocía. Esto complicó el proceso habitual, que es de por sí difícil
La idea que originó este óleo fue idéntica para todas las demás. Menciono a Picasso: “Yo no busco: encuentro”. Lo cotidiano es un tema en sí mismo. Creo en lo monumental, lo sacro y lo extraordinario. Pienso que esto se encuentra en nosotros mismos, en nuestros rituales diarios. El acercarse a mi trabajo parte de la premisa de identificarse con nosotros mismos, con la pintura de nuestro tiempo, con un momento específico de la humanidad que enaltece una identidad artificial, nos guste o no.