El mercado de coberturas cambiarias se está expandiendo en Costa Rica. La expansión es gradual y relativamente modesta, pero se nota desde varios puntos de vista: cuantitativo, por el monto de las transacciones amparadas a contratos de cobertura cambiaria; cualitativo, por la diversidad de coberturas cambiarias y, también, por el número de participantes en calidad de oferentes en el mercado. Recientemente, el Banco Central de Costa Rica autorizó al Banco Nacional para ofrecer contratos de esta índole, según informamos la semana pasada. Es una buena noticia.
El Banco Nacional está doblemente capacitado para emprender el negocio de las coberturas cambiarias. No solo posee solidez financiera y personal suficientemente capacitado para ofrecer el servicio, que suele ir acompañado de la respectiva asesoría técnico-financiera a sus clientes en ese complejo mercado, sino que, además, ha sabido administrar muy bien el riesgo inherente a las operaciones en monedas extranjeras, asumiendo una posición prudente en la composición de sus activos y pasivos denominados en ellas.
En el periodo en que el tipo de cambio ascendía rápidamente en el mercado cambiario, supo mantener una posición neutral, renunciando a ganancias de carácter especulativo. Y en el periodo en que las cotizaciones descendieron hasta ubicarse en el límite inferior de la banda cambiaria, también supo mantener su posición neutral. No especuló, como otras entidades. Al final, su política cambiaria rindió frutos. No registró pérdidas cuando el tipo de cambio cayó. Aprendió y ofreció a sus competidores una clara lección: al mercado cambiario, por ser impredecible, hay que tratarlo con respeto.
En esta nueva etapa, el Banco Nacional podrá ofrecer tres clases de productos: contratos a plazo, permutas cambiarias y permuta de monedas. Cada uno de ellos involucra sus propios tecnicismos, pero, en general, son contratos en virtud de los cuales las partes pactan el intercambio de monedas o activos denominados en monedas extranjeras, por montos y plazos determinados, para protegerse de las oscilaciones en el mercado cambiario. Son una forma de reducir o minimizar los riesgos cambiarios, especialmente cuando las cotizaciones se despeguen de la banda inferior en donde se han ubicado desde hace ya bastante tiempo. También pueden significar para algunos actores oportunidades de asumir riesgos a cambio de obtener futuras utilidades.
De acuerdo con el Reglamento para Operaciones con Derivados Cambiarios, aprobado por el Banco Central en 2010, los bancos autorizados a participar en el mercado de divisas en el futuro, deben incluir las obligaciones que asuman dentro de sus posiciones cambiarias. Si el Banco Nacional desea mantener su posición neutral, como es recomendable, deberá reacomodar cotidianamente sus otros activos y pasivos en moneda extranjera para compensar los riesgos que asuma.
Y esto nos lleva a comentar el significado de las coberturas cambiarias en el contexto de la política económica señalada desde hace varios años por el Banco Central. Cuando esa institución decidió establecer el régimen de bandas cambiarias, en octubre del 2006, señaló con precisión que se trataba de un régimen temporal mientras se avanzaba a uno de mayor flexibilidad, denominado de ‘flotación administrada’. Ese esquema era necesario para avanzar a otro de mayor significación económica para los costarricenses, denominado de ‘metas explícitas de inflación’ (inflation targets), para controlar más eficazmente las alzas en el índice de precios al consumidor (IPC), que influyen en casi todas las variables, incluyendo precios, costos y salarios. Preservar el valor real del ingreso de los trabajadores es muy importante.
La flotación administrada que busca el Banco Central implica mayor flexibilidad cambiaria, en el sentido de que el precio de la divisa sería determinado por la oferta y la demanda de los participantes en el mercado, para evitar la intervención y emisión (o absorción) de moneda nacional, capaz de afectar la liquidez y la inflación. Parte de los beneficios de la flexibilidad, según lo definió el propio Banco Central, es asegurar la competitividad de nuestros factores de producción en mercado internacional, como opera en la mayoría de los países del mundo, mediante el ajuste de los precios relativos de los bienes transables conforme a las circunstancias cambiantes de la economía.
En ese sentido, ni las coberturas cambiarias ni la eventual intervención del Banco Central en el mercado cambiario conforme a la anunciada y aún pendiente flotación administrada (como quiera que eventualmente se defina), deben imprimir rigidez al mercado cambiario. Eso implicaría intervenir indirectamente en la formación de los precios de los bienes y servicios sujetos al comercio internacional y restar competitividad a la producción nacional.