algonzalezcr@yahoo.ie Todos los caminos llevan a Roma, y uno a Yolanda Oreamuno. En su geografía de 201 páginas, A lo largo del corto camino recorre la producción y vida de Oreamuno entre 1936 y 1948; es decir, desde sus inicios como escritora y crítica hasta la obtención del Premio Centroamericano de Novela 15 de Setiembre con La ruta de su evasión .
A lo largo del corto camino es una recopilación de ensayos, cuentos y semblanzas que dibujan el genio creador y humano de esta escritora, considerada por muchos la mejor novelista de la literatura costarricense, pese a conocerse solo una de sus novelas.
Oreamuno nació en San José el 8 de abril de 1916, y murió en México D. F. el 8 de julio de 1956. Es considerada precursora del movimiento vanguardista pues rompió con un costumbrismo agotado e instauró en el país una literatura que ahonda en el ambiente psicológico de los personajes.
A lo largo del corto camino debe su existencia a la intelectual Lilia Ramos, quien recuperó textos perdidos de su amiga para formar este homenaje post mortem . Su primera edición data de 1961. Tras 51 años, la Editorial Costa Rica reimprimió el material con algunos cambios, pero respetó la estructura original.
La primera sección muestra ensayos, críticas y comentarios de Oreamuno. “El ambiente tico y los mitos tropicales” es un aguda reflexión de una nacionalidad mal entendida, que menciona problemas aún vigentes, como la “bajada de piso”, el “choteo” y los mitos “turísticos” (mujeres bonitas, escasa lluvia, los indígenas y una “demoperfectocracia”).
En tres textos, Oreamuno deja patente su admiración por Max Jiménez como pintor, escritor y persona. Incluso vaticina que algún día los museos e instituciones del país “irán en demanda de los cuadros y las esculturas de Max”.
“Vida y dolores de Juan Varela” rescata el aporte de Adolfo Herrera García para desvestir al “concho” de su indumentaria de comedia de escuela y convertirlo en problema, en “enojosa y triste realidad”.
Escrito a los 22 años, “¿Qué hora es?” es un ensayo inclemente en torno a la posición de la mujer en la sociedad, que ataca tanto las actitudes machistas como las visiones erradas “feministas” que asumen su equiparación con el hombre por el hecho de “ponernos tacones bajos y el cortarnos el pelo”.
La segunda parte inicia con “Insomnio”, un interesante ejercicio descriptivo de emociones personales pero comunes, en el que la autora se complace en despertar sensaciones que quitan el sueño.
La mala noche se prolonga con “Vela urbana”, un texto con un alto valor contextual que expone costumbres funerarias de otrora y muestra la relevancia que da Oreamuno a la muerte en su quehacer literario, ya que la misma situación se aborda en La ruta de su evasión .
Tras la vela, Yolanda acude a la catedral Metropolitana en “Misa de ocho”, relato que glorifica su palabra entre incienso y oraciones, y hace de la luz protagonista metafórico e hilo conductivo de la historia. De la catedral, el camino lleva a una cueva. “La lagartija de la panza blanca” es “un cuento para hombres-niños de imaginación grande”, y el único ejemplo de literatura infantil que se conoce de la autora. Un vuelo con “Pasajeros al norte” tiene como destino el lugar que más amó. “México es mío” explora la geografía psicológica de un país –y la suya misma– para revelar su magistral uso de la prosa poética.
La tercera parte del libro no es de su autoría. Aquí, compañeros de oficio artístico, como Emilio Abreu Gómez, Manuel de la Cruz González y José Marín Cañas, entre otros, esculpen en tinta y papel su inmortalidad.
De esos escritos sobresalen tres pistas vitales para la búsqueda del legado desconocido de Oreamuno: se señala a su amiga Eunice Odio como depositaria de muchos de los textos perdidos de Yolanda, cuatro autores afirman haber leído Por tierra firme , obra extraviada, y Guido Fernández menciona que Oreamuno trabajaba en una autobiografía.
De la edición original, se han excluido tres capítulos de La ruta de su evasión , facsímiles de su epistolario y fotografías. La edición actual aclara que esto se debió al “estado deplorable en que se encontraba el material”. Con los años, el tiempo borra caminos de la memoria y rutas que ya nadie recorre. La reaparición de este libro habilita de nuevo el sendero corto pero vasto de Yolanda, que lleva al destino de su inmortalidad en las letras nacionales.