Siempre que había reuniones a nivel internacional con diversos ministros, sobre todo en las cumbres y cuando íbamos a las Naciones Unidas. Se me pedía una cita de parte del Departamento de Estado, para solicitarnos nuestra anuencia a efectos de exonerar, eximir, a los Estados Unidos de esa cláusula. Y siempre, absolutamente siempre, tuvimos que decirles que no estábamos de acuerdo, que no podíamos hacerlo. Tal vez fueron unas cinco o siete veces que se me fueron planteados, de una forma eso sí muy respetuosa, pero muy insistente. Apoyado por el presidente, nunca estuve de acuerdo. Prefería perder esa cooperación que tomar una decisión de esta naturaleza.
No, porque era una ley muy general. Y la verdad es que yo lo consideré como un error político. Me acuerdo que lo planteaba, amistosamente, que esa no era una manera de tratar a amigos con principios comunes.
Es que como eso es imposible. Eso es imposible, era imposible hacerlo. No puedo ni pensar qué alternativa había. No recuerdo francamente, pero de todas formas no había ninguna alternativa. Tan cierto es que nunca se consiguió cambiar la actitud de Costa Rica que no recuerdo ni siquiera haber hecho esfuerzos mentales para poder conseguir eso.
No, no, no. Imposible. Uno no puede comprometerse a lo imposible.
No recuerdo. Pero en las conversaciones normalmente uno puede decir muchas cosas y no llega más allá de una idea que se tira al aire. Por lo menos yo, en lo personal siempre dije que eso era imposible, que no podía ser.
Es que nosotros no podíamos cambiar nuestra actitud, aun cuando se pudiera plantear eso, era imposible.
Es que para qué iba yo a subrayar algo que de todas formas el público notó. Ya todo el mundo lo sabía, que había una ley que decía que si no aceptábamos eso, teníamos esas consecuencias. No hubo nunca necesidad de eso, más bien por las buenas nos entendimos, de tal forma que eliminaron ese inciso.