Ciudad de Vaticano (AP). Frente a millones de peregrinos en la Plaza de San Pedro y las calles aledañas, este domingo el papa Benedicto XVI beatificó a su antecesor Juan Pablo II, en un festejo jubiloso en honor de uno de los papas más amados de la historia.
Hablando en latín, Benedicto declaró que Juan Pablo podía ser llamado en lo sucesivo beato y que su festividad se celebraría el 22 de octubre, día de su coronación en 1978 como papa.
En Costa Rica, al igual que en otros lugares del planeta, la beatificación era celebraba desde horas antes de consumarse. No obstante, al momento en que Juan Pablo II fue declarado beato, un gran número de personas que asistieron a la vigilia en el Estadio Nacional no se dieron cuenta de lo que ocurría en Roma, pues el enlace desde Italia fue tardío y solo se mostró el momento en que el papa Benedicto XVI hacìa el anuncio.
En el Nacional tampoco se dio el esperado juego de pólvora que estaba programado inmediatamente después de la beatificación.
En Italia, en cambio, la multitud estalló en gritos, aplausos y lágrimas en el momento de develarse una enorme foto de Juan Pablo sonriente sobre la Basílica de San Pedro.
A continuación, el pontífice recibió un relicario de plata con un frasco de sangre tomada de Juan Pablo durante su última hospitalización. La reliquia, que quedara expuesta a la veneración de los fieles, le fue entregada por la hermana Tobiana, la monja polaca que atendió a Juan Pablo durante su pontificado, y la monja francesa Marie Simon-Pierre, cuya inexplicable curación del mal de Parkinson fue declarada por la Santa Sede el milagro necesario para permitir la beatificación.
Ataviado con vestimenta de Juan Pablo, e inclinándose para besar a bebés, el papa Benedicto XVI, arribó minutos después de las 10 de la mañana, en Italia, a la enorme plaza ocupada peregrinos de todas partes del mundo.
El escenario recordaba el de los últimos días de Juan Pablo en 2005, cuando unas tres millones de personas realizaron vigilias bajo la ventana de su estudio y le rindieron el último homenaje cuando murió.
La beatificación busca elevar la moral de una iglesia golpeada por la crisis de los abusos sexuales de menores, pero también ha provocado la indignación de los grupos defensores de las víctimas porque el escándalo se produjo durante el pontificado de 27 años de Juan Pablo.
Reinaba un ambiente de fiesta: monjas sentadas en círculo tocaban guitarras y cantaban himnos, hombres alzaban a sus niños sobre sus hombros para que pudieran ver sobre las cabezas de la multitud y grupos de jóvenes católicos agitaban banderas de varias naciones.
La seguridad fue estricta: amplios sectores de Roma, a kilómetros del Vaticano, quedaron cerrados al tráfico automotor, helicópteros surcaron el cielo, lanchas policiales recorrieron el cercano río Tíber y unos 5.000 agentes uniformados patrullaron las barricadas para asegurar que los religiosos, las delegaciones oficiales y los poseedores de los codiciados pases VIP pudieran llegar a sus lugares.
Miles de peregrinos, muchos de ellos polacos, pasaron la noche en puentes y plaz asde la ciudad y acudieron a San Pedro apenas se abrieron las barreras con una hora de anticipación.
Fue la beatificación más rápida de que se tenga conocimiento, apenas seis años después de la muerte de Juan Pablo.
Benedicto inició la causa sin esperar a que pasaran cinco años, como es tradición, respondiendo a los clamores de Santo Súbito que se escucharon durante el funeral el 2 de abril de 2005.
El sábado por la noche un enorme cartel de Santo Subito decoraba el costado del Circo Máximo, donde una vigilia de oración inició las celebraciones.