En la prensa de la semana anterior se publica con algún nivel de júbilo –del poco que se respira en el quehacer nacional– que hemos logrado salir de la lista de paraísos fiscales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Esto que parece un gran logro debe ser analizado con algo de pausa y no con tanta prisa. De fondo debemos analizar qué beneficios tiene contar con acuerdos de intercambio de información tributaria versus la firma de convenios para evitar doble imposición internacional. Panamá por ejemplo, ante igual exigencia de la OCDE, tuvo un enfoque más integral e inteligente que Costa Rica e incluyó cláusulas de intercambio en sus respectivos tratados para evitar doble imposición internacional. Es particularmente relevante que como Estado se tomen políticas de trascendencia en particular para el mejoramiento de la competitividad del ambiente de los negocios tanto de captura como de exportación de capitales.
La diferencia entre el éxito y la mediocridad está en la actitud antes las situaciones similares, miremos al exitoso Panamá que no lo es de casualidad. Aún con el consentimiento de la OCDE, que cuando estudié las jurisdicciones con las que hemos firmado convenios, debemos llamar la atención al principio de intrascendencia con el que ha asumido Costa Rica su lista de 12 convenios. Llama la atención que Groenlandia y las Islas Feroe, no son siquiera miembros de la ONU ni de la OMC, ambos por cierto son regiones autonómicas del Reino de Dinamarca, lo que equivaldría a quien alguien firmando con España indique haber firmado con la Comunidad Autónoma de Valencia, País Vasco o Cataluña.
Se hace evidente que tenemos una prisa por pasar el examen pero carecemos del compromiso por la transparencia. Cabe que las autoridades le expliquen al país y eventualmente a la comunidad internacional la cantidad de comercio de bienes y servicios que tiene Costa Rica con ambas islas danesas. No pensamos en cómo beneficiamos al país o a su sector productivo; que levanten la mano los interesados en la fría información de trascendencia tributaria que puede surgir del territorio polar de Groenlandia que merme la fuga de la recaudación costarricense, que evite el fraude fiscal y que mejore las cifras del déficit fiscal.