Todo lo que parece ser, no es; y lo que es, no es visible a primera vista. El primero de mayo recién pasado, el Partido Liberación Nacional (PLN) defendió la tesis del “voto secreto” para la elección del directorio legislativo por parte de los legisladores y lo ha continuado haciendo en los días posteriores. Me permito afirmar que esa defensa del “voto secreto” tan acérrima es solo aparente, lo que en realidad se defiende es otra cosa. Advierto que, si de aquí en adelante el PLN va a seguir defendiendo la tesis del voto secreto para elegir el directorio legislativo, se la respetaré; aún más, me quito el sombrero; pero ni antes lo había hecho, ni ahora su posición es tan prístina. Veamos por qué.
El PLN no defendió el “voto secreto” para elegir a las autoridades legislativas antes, porque como ha quedado documentado (véase Armando González, La Nación, 8 y 10 de mayo), en legislaturas anteriores fueron diputados del PLN los que organizaron la “inspección del voto” cuando quisieron garantizar la elección de dicho cuerpo a su favor.
En cuanto al presente, partamos de lo evidente: el PLN solo se garantizaba mantener el control del directorio legislativo sumando 29 votos (24 propios, 2 votos de los cristianos y 3 más que esperaba obtener de alguna o algunas de las restantes bancadas de los partidos de oposición).
El diputado Villanueva Monge, en nombre del PLN, puso manos a la obra y se abocó a entablar conversaciones con algunos legisladores de oposición individualmente considerados. Algo creyó haber amarrado Villanueva, a la usanza de la política tradicional, es decir, mediante “acuerdos bajo la mesa”, si es que los hubo, porque los hechos, tozudos como son, muestran que fue un mal amarre. El PLN necesitaba a toda costa un sistema de elección “nuevo”, e improvisado también, que les permitiera encubrir a los legisladores a los que les habrían torcido el brazo.
Su ansiado deseo nunca se concretó, pero en todo caso a eso le llamaron “la defensa del voto secreto” para elegir a las autoridades legislativas; una secretividad que, como se ha visto, ellos mismos han vulnerado en el pasado reciente. Una secretividad en la que, por ende, no han creído ni creen; la precaria situación en la que se encontraban, solamente los condujo a optar por proteger el transfuguismo político, cosa que no consiguieron, con todo y la fuerza negociadora que les otorga la posesión del Ejecutivo. ¿Secretividad del voto o acuerpamiento del transfuguismo a costillas de la transparencia? Por cierto que, digámoslo de paso, acuerdos como esos no abonan nada a la gobernabilidad del país, todo lo contrario. Las apariencias son, pues, engañosas... Sobre todo para quien se quiere dejar engañar.
El diputado Molina del PLN, en su deseo de continuar encubriendo los hechos, ha hablado de “la fuga del cafetín” buscando vilipendiar a los diputados de oposición, quienes ante el manejo a todas luces autoritario y truculento de la presidencia legislativa a. í., optaron por retirarse del recinto parlamentario dejando sin quórum al plenario. Virtualmente no había elección. ¿Cómo se llama eso, “la fuga” o “el gran escape” en aras de rescatar la Constitución? ¡Lo que son las imágenes! Para mí, la fuga se aplica más al tragicómico acto de renuncia del diputado Villanueva, asido a una presidencia legislativa inasible e inexistente. Por cierto, este mismo diputado es quien vaticina a la alianza “una corta luna de miel”, con “adulterio” y todo; por algo lo dirá, porque “maltrato”, “divorcio” y hasta “adulterio” fue lo que provocó que el ML abandonara la alianza con el PLN, firmada hace apenas un año. Y después, se lanza sin apenas sonrojarse contra el PAC por haber establecido una alianza táctica con los libertarios y el PUSC, a pesar –dice– de que tenemos “tesis tan irreconciliables”. ¿Qué debemos entender? Por analogía se deduce que para el PLN, los acuerdos de hace apenas un año entre ellos y el ML sí fueron acuerdos entre partidos homogéneos. ¡Qué buena confesión se desprende de la invectiva diputadil!
Grosera caricatura. Dejo para el final la tesis de Obregón Valverde. En realidad Obregón se atreve a caricaturizar groseramente al actual presidente de la Asamblea Legislativa, diputado Juan Carlos Mendoza, sin conocerlo siquiera; otra vez, nos vamos por las apariencias. Es como que yo hablara de Enrique Obregón como de un ideólogo ya trasnochado y un poco caduco, tan solo guiado por la apariencia de su estampa en la página del periódico. No sería justo. No, su criterio es trasnochado porque está desactualizado.
Obregón añora el bipartidismo (con todo y la corrupción en que desembocó) y desde ahí pontifica: se gobierna desde el Ejecutivo, o bien desde el legislativo –dice– siempre que, en este segundo caso, se trate de un partido “mayoritario de oposición bien orientado”, que para él significa “...gobernar ampliamente, imponiendo al Ejecutivo sus condiciones”. Con esa jerga verticalista y maniquea, Obregón está instalado unos años atrás, en la llamada sociedad industrial gobernada por una institucionalidad pública propia de los modelos burocráticos de gestión, que justamente no favorecía los acuerdos entre partidos diversos, ni las alianzas coyunturales como la actual alianza por Costa Rica, menos aún las estratégicas.
En esas condiciones no hay aliados, solo adláteres que deben viajar, y bien resguardados, como furgón de cola. Tomen nota los aliados del PLN.
La administración pública moderna se parece más a la tarea de un gestor que a la de un administrador burocrático, recio y verticalista. La tarea de gestionar toma distancia de la acción que se ejerce en una estructura organizativa rígida y piramidal y se produce más en un espacio en el que se deben articular relaciones y negociaciones, ya que el mundo se parece más hoy a una red conformada por actores y organizaciones múltiples y muy diversas; es decir un sistema complejo, de donde deben emanar sin embargo, negociaciones y acuerdos. Así que si en ese contexto, que es el de la Costa Rica de hoy, no se puede avanzar más, peor para Costa Rica y hasta para el propio Gobierno de Laura Chinchilla. Créanme, las apariencias son engañosas, por eso es que repito con Saint-Exupéry: “Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos”.