Alemania celebró ayer su cuarto título mundial, un camino de éxitos que comenzó hace 60 años y no ha estado exento de anécdotas curiosas.
La Mannschaft bordó la primer estrella sobre su escudo en el Mundial Suiza 54, de la mano de un goleador que llegó a última hora.
Aunque la selección germana empezó su paso por aquel torneo con una goleada de 4-1 sobre Turquía, el 17 de junio, el técnico teutón, Sepp Herberger, no pareció quedar satisfecho con la labor de sus delanteros.
El día siguiente, el timonel envió un telegrama al artillero Helmut Rahn, que en ese momento se encontraba de gira por Suramérica con su equipo, el Rot-Weiss Essen.
“Presentarse urgente en Suiza en el primer avión”, fue el mensaje que recibió el ariete en Montevideo, Uruguay.
De inmediato tomó una aeronave hacia Europa y dos días después llegó a Basilea. A pesar del cansado viaje, el 20 de junio Rahn saltó a la cancha del estadio Saint Jakob para jugar contra la poderosa Hungría.
Aunque los magiares ganaron ese duelo 8-3, el recién llegado anotó el segundo gol de su equipo y volvió a ver puerta en los cuartos de final ante la antigua Yugoslavia.
Pero su principal aporte lo tenía reservado para el 4 de julio, en la final del certamen, otra vez contra la selección húngara.
Rahn fue el gestor de la revancha teutona. Al 18’ consiguió el gol del empate, cerrando al segundo palo un tiro de esquina, y a seis minutos del final, con un zurdazo a la entrada del área, le dio a los alemanes su primer título mundial.
Adiós. La alegría del segundo título alemán no fue igual para todos. Gerd Müller, histórico goleador de la selección teutona y autor del tanto ante Holanda que les dio la corona de 1974, renunció al Mannschaft la misma noche en que ganaron la Copa.
La Federación organizó una cena de gala para celebrar el campeonato, pero no invitó a las esposas de los futbolistas que habían viajado a Suiza para presenciar el duelo final.
Cuando las mujeres llegaron al hotel donde se realizó el banquete, tuvieron que esperar en un recinto del edificio, mientras sus parejas terminaban de comer en el salón principal.
Müller, molesto por el plantón a su esposa, decidió no volver a vestir la camiseta nacional desde entonces.