19septiembre2011. San Fco de Dos Ros. Bus convertido en gimansio para nios. En la foto: Santiago Rodrguez Hernndez (2 aos) y Arturo Mass Miranda (3 aos)/Juliana Barquero (Juliana Barquero)
“Soy el terapeuta de las antiguedades”. Con esta frase, nos recibe en el ardoroso pueblo de Esterillos, Puntarenas, Vladimir Katchan. Gracias a la gimnasia olímpica, es un hombre de alma y cuerpo flexible, que duerme en el casco de un barco, aunque no es navegante.
Sus ojos azules y serenos conocen dos mundos. Sus primeros 38 años moró en Bielorrusia, en un mundo soviético plagado de claroscuros. Los 21 años siguientes los ha vivido en la pequeña Costa Rica, donde el paisaje es todo menos monocromático.
Vladimir es un creador nato. Su ingenio le ha permitido llevar los medios de transporte hasta un nivel inimaginado. ¿Qué decir ante la imagen de un gimnasio rodante para niños? Vladimir no solo lo soñó; también lo creó.
Las callosidades de sus manos se deben a las argollas, cuerdas y barras que sujetó durante un número infinito de entrenamientos acrobáticos. Desde hace poco, sostienen también instrumentos de ebanistería.
¿Quién dijo que los barcos solo son para navegar?
El bielorruso aparenta menos de los 59 años que lleva encima. Su contextura corpulenta deja entrever los músculos que desarrolló en aquellos años de frenesí por la gimnasia.
Fue su hermana, la reconocida meteoróloga Irina Katchan –quien vive en Costa Rica desde hace más de un cuarto de siglo– la que lo animó a probar suerte en tierras costarricenses.
“Al llegar, supe que aquí quería vivir”, cuenta él, mientras la nostalgia invade sus recuerdos. Eran los tiempos de la
Tampoco fue sencillo dejar a los suyos. Los primeros dos años en suelo nacional los vivió a un océano de distancia de su esposa, Tamara, y de su hija, Olga. Vladimir, hábil para adaptarse, se las ingenió con un idioma ajeno y un clima cambiante que varias veces lo postró en cama.
Al divisar una oportunidad de trabajo en su campo –la gimnasia olímpica– , aplicó sus conocimientos como graduado de la Facultad de Educación Física y Medicina Deportiva de la Universidad Estatal Bielorrusa.
Trabajó en una escuela de gimnasia y dio clases de fisioterapia en la UACA; fue cuando se fortaleció su vocación para la enseñanza. Durante 14 años, fue el entrenador de la Selección Nacional de Gimnasia de Costa Rica. Algo de pesar se cuela en su voz cuando lo menciona, ya que no llegaron a las Olimpiadas.
Aunque lamenta la falta de disciplina entre los atletas ticos, no pierde la esperanza de que el arte de las piruetas se incorpore en la educación desde edades muy tempranas. Precisamente esta inquietud fue la que hizo nacer su invento de un autobús-gimnasio.
Si alguna vez ha viajado en los autobuses de la emblemática ruta de la Periférica, sin duda pensará en el manto de polvo acumulado en las ventanas, los asientos rayados y los recorridos sempiternos.
Mas esta unidad de la
Los ruidos no provienen de las atiborradas calles josefinas ni de vendedores ambulantes que ofrecen chucherías. Vienen de las gargantas de una docena de niños.
Vladimir es el orgulloso padre del
El bus de
Hoy ha pasado a manos de la empresa Fun Gymnastics, al mando de Sylvia Fumero, una educadora con 25 años de experiencia en el trabajo con niños.
“Vladimir es una persona sumamente creativa. Como dueña de un centro educativo, yo fui su cliente y siempre estuve enamorada del proyecto”, relata Sylvia, quien adquirió el bus de Vladimir cuando él decidió que la paciencia y la juventud se le empezaban a esfumar.
Ya no existe el bus original; Fumero expandió el negocio y tiene ahora dos autobuses que visitan cerca de 25 centros de enseñanza cada semana.
Si bien Fun Gymnastics conserva la idea inicial, le ha sumado la faceta pedagógica a las acrobacias. Así, puede decirse que deporte y educación viajan juntos sobre cuatro ruedas.
Dar nuevos usos a los medios de transporte parece ser la afición de Vladimir Katchan desde que llegó a Costa Rica.
Pasada la euforia del bus-gimnasio, hace tres años y medio sacó del estero, en Cocal de Puntarenas, un viejo navío construido en Portugal hace ocho décadas.
Acarrearlo hasta Esterillos en un transportador de contenedores le sacó más de una cana, pero tenía que hacerlo porque la idea le andaba dando vueltas desde un atardecer en que Vladimir se hallaba de vacaciones con su familia en el mar Báltico.
“En los muelles había veleros viejos que se usaban como bares. Cuando vine aquí, me extrañó que, con un océano a cada lado, no usaran los barcos de ese modo”, relata este hombre, quien ahorró por dos años para mandar a traer a su esposa y a su hija.
Así, convirtió la cubierta del antiguo barco en un restaurante, y en el casco acondicionó su dormitorio, el cual comparte con su esposa. La pequeña Olga ya creció y ahora reside en Austria.
El Centro Turístico El Barco, el actual negocio de Vladimir, ofrece además varias cabinas, piscina y un sauna al estilo ruso. Todo lo construyó con sus manos, usando elementos naturales como bambú, madera y troncos marinos.
Luis Umaña se declara cliente del barco desde sus primeros días: “Sus instalaciones son rústicas, pero muy cómodas. Vladimir es una gran persona y pensar que él lo creó todo es impresionante”, comenta.
La mente creativa de Katchan no parece cansarse. Nuevamente, tiene varios proyectos en baño maría: un centro de recreación para adultos mayores, un mirador y una casa de árbol para niños inspirada en el famoso cuento ruso de Baba Yaga, personaje cuya vivienda está asentada sobre dos grandes patas de gallina.
Sin duda, es un auténtico terapeuta de antiguedades.