Humildad se ve claramente (aparte de que haya otras razones) cuando el Papa renuncia señalando que ya no tiene fuerzas para asumir su tarea, y hasta pide perdón por sus errores. Humilde es aquel otro –según foto en La Nación– que acude a misa a que le ponga una cruz en la frente, el Miércoles de Ceniza.
Lo humilde y lo pobre puede que vayan parejo, y gente de buen dinero hay con actitudes humildes (pero a veces “esconden la leche” para aparentar...). A la inversa, es ejemplar ver cómo gente “sencilla” mantiene actitud recia, pero bondadosa a pesar de la necesidad que aflige. En ambos casos, esa actitud envidiable no es de “simples”, sino de personas con aspiración a mejorar el mundo, pasito a pasito. Pero todos conocemos cantidad de casos donde “arriba” y “abajo” se confunden y adrede embrollan las categorías. Eso no es solo propio del país.
Sin embargo, nunca como aquí he visto la confusión léxica, mantenida y explotada, entre lo “humilde” y lo “pobre”. Todo docente referirá a cantidad de casos donde algunos alumnos poco menos que exigen trato especial. Aquello de “profe, es que yo soy pobre”, puede ser que sea cierto, pero pobre de espíritu (o vivo de remate...) el que, de cualquier clase social, aprovecha y quiere sacar partido de su origen. Entonces la “humildad” se vuelve arrogancia... pura cáscara que hasta genera una forma de violencia: “profe, es que solo la portada me costó tanto”. ¿Me presta el lápiz, profe...?
Prevalece todo un culto colectivo a lo “pobre”, empezando por aquello de la “tosca herramienta” y el chonete en las caricaturas del finado Hugo Díaz (jugando con otra confusión, la de pobre > humilde > de izquierda). Magón, Fabián Dobles, Carmen Lyra, entre otros, explotaron el tema “nacional” como idéntico a lo “popular”.
En el medio local, la presión del grupo, muchas veces tipo rebaño, es muy fuerte sobre el individuo: no se puede “dominguear” con la vestimenta, se fomenta hablar “más pior” que el otro y ahora todo el mundo es “vos”. Al mismo tiempo, el comercio legitima que uno vaya a... aparentar (esta vez en sentido de: impresionar) con eso y lo otro...
Felizmente, hay indicios de que se vuelve la tortilla: entendamos que el hábito sí hace al monje, en parte, y el buen hablar y mejor escribir son medios legítimos para destacar (y hasta ganar mejor sueldo). Nada de máscara; cero hipocresía.
Pero al ver a la señora presidenta y al señor ministro “a ras del suelo”, literalmente, según consta en foto (La Nación, 15 de febrero), quedé boquiabierto. No me meto con el asunto, importante, que los llevó al Liceo de Aserrí, pero sí, contra esa forma mediocre, no hay otra palabra, de hacerse los simpáticos para hacer que pase el mensaje. Conste... para nada estoy propugnando lo “ex catedra” de antes.
Es un error cada vez más frecuente pensar y propagar la idea de que democracia es ausencia de jerarquía, de protocolo y... de higiene. ¿No era que hace cien años Enrique Jiménez Núñez (sí, aquel en el kiosco de Guadalupe... entre excrementos de palomas...) proclamaba la necesidad de cuidados extremos con las manos y el cuerpo en general? ¿No es que hace sesenta años el doctor Calderón Guardia –secundado por su valiente esposa, doña Ivonne– se empeñaron en que la gente (humilde o no) entendiera la importancia del calzado, por lo mismo? Señores: están borrando con el codo lo que estos egregios (y ojalá humildes) ciudadanos aportaron...
En la misma foto de marras se observan pupitres y el aula se ve decente... pero prevalece una necia necedad de rebajarse, confundiendo lo popular con lo vulgar: el camarada Chávez, para nada de mi simpatía, no cometería ese error. “No se junte con esa chusma”, como insistía aquella.
En aras de lo “popular” hasta lo “vulgar” (cada vez más, como sinónimos y no solo en el redondel de Zapote...) propongo que la próxima vez don Leonardo se quite esa elegante corbata amarilla que le vemos en la foto y doña Laura, háganos el favor: ¡diay! mastique chicle (como esa funcionaria en el banco, que recién me tocó). Por supuesto, calará más hondo, hasta el sótano, el mensaje si los dos andan de jeans; este, que, por favor, sea descolorido y roto, cosas que se pueden conseguir en el pequeño y el gran mundo...