Jon Cryer recibió hace ocho días su segunda estatuilla por el papel de Alan Harper en la popular serie Two and a Half Men , reconocimiento de sobra merecido.
Algunos colegas y seguidores de la serie achacaron el premio a una especie de desquite de la Academia contra el malvado Charlie Sheen, y cuestionaron si tal reconocimiento habría sido posible estando el controversial actor aún presente en el show .
Ambas posiciones son respetables, pero me inclino a pensar que en la votación lo que pesó fue el sobresaliente trabajo actoral de Cryer. Fue por él que se pudo mantener vigente una comedia cuyos signos vitales fueron siempre vigorosos gracias a aquel entrañable y particular antihéroe de nombre Charlie Harper.
Mirando las cosas en retrospectiva podríamos ensayar preguntas en otro sentido: ¿Habría brillado tanto Charlie de no haber sido por el zopenco de su hermano Alan? ¿No fueron las torpezas y debilidades de tan patético personaje las que en verdad hacían sobresalir la figura desenfadada y estrafalaria del decadente compositor de jingles, que fue borracho parrandero y jugador?
Estableciendo un paralelismo con el futbol, Cryer, o más bien Alan, hizo las veces de aquel brillante mediocampista que siempre pone el balón en el lugar preciso para que el delantero habilidoso anote y se lleve la gloria.
Por si las dudas, veamos cómo ante la salida de Sheen, el comediante tomó a Alan y lo elevó al nivel protagónico que exigía el libreto, de manera que este ha sido el personaje más estable en apariciones del elenco y el más versátil en cuanto a cambios abruptos de personalidad, sin que por ello llegue a perder su esencia.
Jake fue Jake hasta que creció y lo mutaron de niñito regordete adorable a adolescente descerebrado, hormonal y con tendencias adictivas como las de su difunto tío.
Berta siempre fue Berta y así con los demás, a pesar de algunas sutiles variaciones. Pero Alan, además de llevar estampada la etiqueta de eterno perdedor, es dueño de una compleja personalidad camaleónica que divierte por su extrema disfuncionalidad.
Es el tonto y el vivazo. El triste solitario incapaz de conquistar una muñeca de inflar, o el frío oportunista que engaña a toda su familia con tal de sacar provecho propio, sin que la audiencia lo llegue a odiar por eso.
Se dice que Ashton Kutcher llegó a reemplazar a Charlie Sheen. Más bien tiendo a pensar que fue Cryer quien lo reemplazó y Kutcher llegó de comodín para darle el viraje de 180 grados que una serie, hasta entonces dependiente de Sheen, necesitaba para reinventarse.
Antes de alcanzar el éxito, Jon Cryer tuvo la desdicha de estar en tres series, todas con el común denominador de haber sido canceladas tras la primera temporada y con la amenaza real de que los productores lo vieran como ave de mal aguero. Por este motivo cuando obtuvo el papel de Alan Harper, en el 2003, fue a contrapelo de los deseos de los ejecutivos de la CBS.
Un primer Emmy en el 2009 (luego de ser nominado durante tres años consecutivos) se encargó de desmentirlos.
Los dos años posteriores también fue nominado, pero el máximo galardón de la televisión se le negó. En esta ocasión parecía aún menos accesible teniendo al frente figurones de la talla de Jim Parson, Larry David y Alec Baldwin.
Quizás por eso, cuando subió al estrado a recibir su Emmy, Cryer, asombrado y aturdido, solo acató a decir: “Tranquilos, esto es claramente un terrible error”. ¿O habrá sido Alan quien lo dijo?