Ahora se pueden eliminar las sospechas sobre la intromisión de Estados Unidos en la vida política de Nicaragua. Todo está documentado de primera mano.
Los cables enviados desde Managua a Washington entre el 2005 y el 2009 son la evidencia de la intervención de la embajada estadounidense para intentar lograr que ganara su candidato favorito o, en todo caso, para impedir el triunfo del “antiimperialista” Daniel Ortega.
Está claro que fracasaron en ese objetivo, pero que no se diga que no lo intentaron.
Financiaron a grupos opositores, dialogaron con fuerzas políticas para que se aliaran, y ayudaron a elevar el volumen a casos que supuestamente dificultarían a Ortega su regreso al poder.
También buscaron contactos internacionales y hasta coordinaron con Washington para aumentar el peso de algunas posiciones desde la capital.
Usaron frases como “nuestras prioridades”, “nuestros compromisos”, “la estrategia” y otras expresiones que revelan cuán importante eran para los estadounidenses los acontecimientos políticos en un país que amenazaba con servir de aliado centroamericanos para gobiernos que mantienen en alerta a Washington, como Cuba, Venezuela, Irán y Libia.
Al final, Ortega logró el triunfo en las elecciones de noviembre del 2006 y estableció las alianzas que Estados Unidos temía.
Por algo los estadounidenses pusieron tanto empeño en reuniones, conversaciones, financiamiento y cabildeo con fuerzas políticas. Por algo se concentraron tanto en apoyar en el 2006 al candidato Eduardo Montealegre, de la Alianza Liberal Nicaraguense (ALN), disidente del Partido Liberal Constitucionalista (PLC).
Así lo refleja un párrafo del mensaje calificado como “secreto” escrito por el embajador Paul Trivelli el 6 de setiembre del 2006.
“Los esfuerzos hechos hasta ahora para marginar a Alemán (Arnoldo, el expresidente), reformar el PLC y reunir al PLC y al ALN han fallado”, se lee en el mensaje.
“El escenario ideal (es decir, aquel que tiene una mayor probabilidad de evitar el triunfo de Ortega en primera ronda) sería la renuncia de José Rizo (candidato del PLC) y su retiro del escenario político. Lograr este objetivo requeriría robusta persuasión y disuasión de la Embajada y de Washington y, al final, puede que nuestra presión no sea suficiente”, agrega.
Ese es uno de los pasajes de los cables en los que hay subtítulos como “pasos siguientes”, “nuestros compromisos” o “¿qué más tenemos que lograr?”.
Los estadounidenses tenían claro lo que querían: “Nuestras prioridades en las elecciones en Nicaragua no han cambiado desde nuestra actualización del 24 febrero: apoyar unas elecciones nacionales limpias, justas, creíbles y participativas; mantener a Nicaragua en el sendero democrático; y poner fin al control del sistema político que tiene el pacto Ortega-Alemán”.
Y para ello tenían un plan, mencionado en un cable, también secreto, del 18 de setiembre del 2006: “Nuestra estrategia de cuatro puntos para alcanzar estos objetivos (unir a la oposición democrática, destacar los defectos tanto de Ortega como de Alemán; usar nuestra voz y ayuda para asegurar elecciones justas; y convencer a los nicaraguenses del valor positivo de la relación bilateral) se ha topado con resultados variados”, dice un cable en el que admiten errores.
Las encuestas siempre pusieron a Ortega en posición de ganador en primera vuelta y lo único que lograba la Embajada de Estados Unidos era evidenciarse como entrometida en el proceso electoral, quizá tanto como lo era Venezuela.
Lo reconocen los propios diplomáticos. “Hemos tenido éxito modesto en nuestros esfuerzos por revelar el abismal expediente de Ortega en derechos humanos. La imagen de Ortega de “católico renovado” y su habilidad para mantenerse a distancia del riguroso escrutinio de los medios ha complicado de cierto modo nuestros esfuerzos para cuestionarlo”.
Para ello respaldaron la candidatura de Edmundo Jarquín (Movimiento Renovador Sandinista, MRS) para minar a Ortega. Debemos “continuar nuestras declaraciones públicas de que EE. UU. considera al MRS como una alternativa democrática viable. El MRS nos ha dicho que tienen serios faltantes de fondos”, advertía el cable.
La apuesta era debilitar a Ortega y fortalecer a Montealegre. “Una forma posible de convencer a Rizo para que renuncie y para alentar una unidad liberal más amplia es por medio de una encuesta que determinaría quién está mejor posicionado para derrotar a Ortega: Montealegre o Rizo”, se planteaba Trivelli en ese mismo cable, en el cual menciona estar en contacto frecuente con el presidente enrique Bolaños y sus asesores.
Esa encuesta no solo le interesaba a Estados Unidos. “Entendemos que los taiwaneses ya están apoyando el esfuerzo de la encuesta, cuyo costo se estima en aproximadamente $200 000”.
El Gobierno de Taiwán estaba en ese momento a la expectativa de las elecciones, pendiente como siempre de la continuidad o no de la relación diplomática, como es costumbre en Centroamérica, una región que entonces le daba la espalda a China. Ocho meses después, Costa Rica fue el primero en dar vuelta a la moneda.
La encuesta, hasta donde se sabe, no se hizo. Montealagre siguió con su candidatura y Rizo con la suya, representando el partido de Arnoldo Alemán.
“La Embajada continúa haciendo contacto, con éxito variable, con financistas nicaraguenses y de terceros países para que se aparten de Alemán. Nuestras embajadas en los países vecinos han promovido los esfuerzos de Alemán por convencer a los presidentes y al capital de estos países para que se distancien de Alemán y apoyen a Montealegre. Montealegre está recibiendo ahora un poco de apoyo financiero de El Salvador, Guatemala y Honduras.