Mejor. No cabe duda que al entrar al Estudio Marco Picado, de canal 7, se palpa el profesionalismo y los recursos destinados para realizar una programa como Bailando por un Sueño 3 .
No obstante, lo que interesa es que el baile se realice a buen ritmo, con pasos certeros y entretenidos, todo para una audiencia sedienta de una escasa producción nacional.
Sin obviar que el formato –propiedad de Televisa– dicta un estilo que debe seguirse, la producción de Teletica mostró lentitud en el desarrollo del primer programa de Bailando por un Sueño, el cual se agilizó cuando el reloj marcaba las 10:30 p. m. y quedaba solamente media hora para subir al escenario, por segunda vez, a todas las parejas participantes.
Entre conocer los sueños –valga decir que la elección ha sido la más acertada en lo que respecta a las tres ediciones–, escuchar entrevistas a los participantes con preguntas poco interesantes, y las presentaciones extensas que precedían cada baile, el asunto parecía no tener fin.
No hay duda que el público siente afinidad con este tipo de programas, no por menos el recién creado sitio de Facebook de Bailando por un sueño ya cuentan con más de 2.000 usuarios. Lo que no es permitido, ni menos conveniente, es entregar la misma receta, una y otra vez.
Talento en el programa hay de sobra. Conductores que, formato a formato, ganan experiencia; faranduleros (o fiesteros) que demuestran que no le temen a los retos y jueces que conocen del tema. Ellos deben (en mayúscula) ser respaldados por un guion dinámico que dé prioridad a lo que interesa: ver bailar.
Bailando por un sueño tiene tres meses para encantar o pasar a ser la misma historia, con diferentes actores. Bueno, ni eso, porque hay caras que repiten.