La reciente noticia sobre la posible compra de un insípido edificio de oficinas para “acomodar” en él a la Asamblea Legislativa ha provocado sorpresa general.
El hecho en sí puede ser visto desde diferentes ángulos y provocar diversas reflexiones. No es cosa de ahora que decisiones como estas se tomen a la ligera, o de urgencia, impulsadas por la incertidumbre de los funcionarios.
Ya la actual sede de la Asamblea empezó mal cuando ocupó el edificio que el arquitecto José María Barrantes diseñara en 1939 como Casa Presidencial. Dice Carlos Altezor, refiriéndose al edificio, en su libro, Arquitectura urbana en Costa Rica que “en otras partes de América se recurre al neoclacisismo para simbolizar el poder del Estado”, y que “En Costa Rica, en cambio, las expresiones derivadas de lo hispanoamericano se consideran un estilo que expresa la tradición y el alma nacional”.
Estos conceptos de tradición y alma nacional fueron mal considerados cuando se pensó que un Oficentro de fachada ondulada podría simbolizar “el alma nacional”.
En Cuesta de Moras, la actual Asamblea se adaptó, como pudo, al edificio diseñado como Casa Presidencial y, al poco tiempo, aparecieron los problemas de falta de espacio que debieron ser subsanados ocupando construcciones vecinas que, a la postre, resultaron insalubres' La perentoria orden de desalojo, en salvaguarda de la salud de los diputados, los enfrentó a una decisión que muchas veces antes debieron resolver, sin resultados concretos.
Cincuenta años atrás se presupuestó la suma para la construcción del edificio de la Asamblea Legislativa en las inmediaciones del Parque Nacional, iniciativa que, como varias otras posteriores, quedó relegada en la agenda política de las pasadas administraciones.
Dejar para después, no reconocer su necesidad e importancia o no dar seguimiento a los proyectos, fue el pecado de los señores asambleistas, de ahora y de antes, que los lleva a recurrir a una solución apresurada e impropia.
Los edificios parlamentarios, a nivel mundial, suelen estar emplazados frente a espacios urbanos abiertos con el fin de crear una visión que los destaque desde lejos y den realce a su arquitectura. En muchos casos resultan ser como símbolos patrios y los ciudadanos los aprecian y reconocen por su importancia urbana.
En nuestro caso, el Oficentro convertido en Parlamento, se encuentra frente a una calle de dos vías, con un limitado acceso público y sin conexión alguna' con nada. Las antiguas oficinas de Fertica, que son ahora la Casa Presidencial, está a varias cuadras de distancia y pronto (?) se mudará de este indeseado sitio.
El problema no es solamente la inconveniencia del lugar, ni lo apresurado de la decisión, ni la insípida imagen del edificio. Lo que debe preocupar es el medio siglo que pasó el proyecto archivado sin que ningún legislador, ni nadie, lograra llamar la atención sobre lo que se avecinaba. Ya el problema está encima y, al no poder encontrar la solución adecuada, no hay más remedio que optar por la inadecuada.
No se puede hablar de imprevisión, porque cincuenta años es tiempo suficiente para entender que San José es la cara de Costa Rica y los poderes de la República deben estar representados por edificios que simbolicen adecuadamente la imagen del país.