El experimento de forzar un bipartidismo estable ya se hizo antes, bajo la inspiración de don Luis Alberto Monge. Aparentemente comenzó bien, pero pronto mostró sus debilidades y al final el resultado fue una forma sui géneris, más bien perversa, de partido único con varias cabezas. Al hundirse por su propio lastre, tal fórmula dio origen a una taratogénica serie de endebles partiditos cada vez más raros, ineficaces y desfachatados, para no mencionar la corrupción de algunos. Y como para confirmar que la memoria del tico es corta, ha resurgido, bajo la consigna de “hay que derrotar a...”, y como supuesta panacea para todos los males que sufre el país, la propuesta de volver al “bipartidismo equilibrador” mediante la convergencia, en una misma ensalada, de todas las frutas -incluidas las obviamente podridas- de la “oposición”.
Muchos albergan la esperanza de que las dirigencias de los partidos y partiditos de esa “oposición” adquieran súbitamente, de la nada, una patriótica pureza en la cual pueda sustentarse la repetición de un experimento más que fallido. Pero resulta muy difícil, en las actuales circunstancias, creer que la consigna “hay que derrotar a...” difiere mucho del anuncio humorístico de “siéntase feliz, vístase con Ortiz”, inventado para algún sastre de película. Igual valdría proclamar un cambio para que todo siga igual; o peor, que siendo lo peor que podría ocurrirle al país, no deja de ser probable a juzgar por el reciente comportamiento de los más conspicuos dirigentes de esa supuesta oposición. En suma, convergencia ¿para lograr qué?
Como botón de muestra y para despertar premoniciones, una dirigente del PAC declaró que no ha decidido si va a ser precandidata, pero no renunciará a “mi cuota de poder”. Léase bien: “mi-cuota-de-poder”, es decir la cosificación total de quienes han sido sus seguidores, en una forma que nos hace dar gracias a los cielos de todas la creencias porque, aun si decidiera ser precandidata (no podría consultárselo a Dios, pues el monopolio de ese contacto ya lo tiene Justo Orozco) no tendría muchas posibilidades de alcanzar el poder de verdad. Una expresión tan arrogante como esa convencerá a miles de que, con ella, el país mejor no. Por otra parte, en relación con el PAC, es para preguntarse hacia dónde se dirige una comparsa de múltiples precandidatos que en las encuestas no pasan del margen de error en la intención de voto. Como las mañas son contagiosas, creen que pueden hacer valer “su-cuota-de-poder” nimia y no pìerden la esperanza de negociarla al modo de Álvarez Desanti y una tendencia del PLN.