¡Cuán aleccionador y refrescante habría sido que Rodolfo Piza, líder del movimiento Renacer, y Rodolfo Hernández, del movimiento Convergencia, ambos del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), hubieran debatido sobre los problemas nacionales y las respectivas propuestas de solución, antes de la convención del próximo domingo.
Lamentablemente el doctor Rodolfo Hernández no aceptó (al menos, hasta hoy), como sí lo hizo, de inmediato y sin titubeos, el abogado Rodolfo Piza. Este dio las razones sobre la conveniencia de un debate. Según su criterio, este intercambio expresaría respeto a los votantes y al sistema democrático. Además, “la gente debe conocer la capacidad, condiciones y propuestas para mejorar un gobierno y al país”. Es un derecho y un deber ciudadanos. En cuanto al otro aspirante, el doctor Hernández, rehuyó la discusión sin dar razones. Mala señal.
¿Conviene este proceder? Un debate político, máxime tratándose de aspirantes a la presidencia de la República, puede ser una moda, un espectáculo, una presión mediática, o bien, una necesidad democrática para conocer el pensamiento y las intenciones de los candidatos, cuando estos son ciudadanos serios, preparados, estudiosos, y no simples propagandistas o buscadores de protagonismo. Digo esto porque, sobre todo, en razón del pluripartidismo, se echan al ruedo electoral, tanto en la lista presidencial como diputadil, candidatos y precandidatos que, en vez de educar y de presentarse con un mensaje atractivo o reflexivo (que hagan pensar, aunque carezcan de caudal electoral), más bien rebajan la majestad del sistema democrático.
No soy partidario de los debates políticos a la ligera, pero, en el caso de los precandidatos del PUSC, en esta oportunidad, el debate político era necesario por las siguientes razones: el desconocimiento que existe sobre los pretendientes, la trascendencia de los problemas actuales y la urgencia de soluciones concretas y eficaces, así como la acumulación de desventuras nacionales a lo largo de estos tiempos, a causa de la improvisación e impreparación de los dirigentes. Una de las calamidades de la política actual nacional es el descenso intelectual y moral de los candidatos. Urgen, por ello, filtros eficaces y objetivos para que no nos sigan metiendo gatos por liebres, y se eleve así el nivel personal e institucional de la política. Los tiempos actuales no nos inspiran en este sentido.
Las palabras sacramentales, en estos tiempos oscuros, son la transparencia, el conocimiento y el coraje. Temamos, por ello, a los que se esconden o aceptan una candidatura para ponerse al servicio de algún personaje, que funciona entre bambalinas.