Su cuello se adorna con una elegante corbata, pero es inevitable notar antes el llamativo cordón del que sostiene su gafete; este trae las iniciales del centro educativo que fundó hace 40 años.
La “P” y la “A” corresponden a Panamerican School que, al día de hoy, sigue siendo la segunda casa de James Genis Capone... o como le dicen de cariño, Mister Genis.
Con 81 años de vida, no hay día que se ausente de la escuela. Ahí está siempre, con la puerta de su oficina abierta, recibiendo a cuanto niño se acerque para pedirle consejo o para escuchar chistes y anécdotas que ha acumulado en su extenso recorrido por la vida.
Genis es matrícula 1930, año en el que nació en Vancouver, Canadá. Sus padres –griegos los dos– lo educaron cerca de los libros, el arte y el deporte. Más tarde, en su etapa universitaria, se encantó por la historia y la geografía, antes de graduarse también como abogado.
A Costa Rica llegó en 1959, varios años después de haberse casado con la tica Marigold Murray, de quien se enamoró en las tierras del maple .
Rápidamente la vocación por enseñar le ganó la partida a los títulos universitarios de Derecho e Historia. Así fue como Mister llegó a dar clases a las aulas del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), en Turrialba, atendiendo el pedido de docentes que leyó en un anuncio en el periódico.
Once años duró su aventura en aquellos parajes rurales. Sin embargo, sus horizontes cambiaron cuando sus hijos, Cecilia y Michael, alcanzaron la edad de ir al colegio y eso motivó el traslado de la familia a San José, en 1971.
En la capital, Genis fundó una escuela, con sede en los Yoses, y la bautizó Panamerican School.
Ya han pasado 40 años desde aquella aventura. La cantidad de estudiantes ha aumentado conforme pasan las décadas y la sede también cambió.
Ahora, en San Antonio de Belén, Mister tiene una oficina que es frecuentada por los niños del kínder y la escuela así como los jóvenes del colegio y los maestros.
Su figura es la de un abuelo consejero que no se pierde de una sola actividad académica, siempre y cuando el tiempo y la salud se lo permitan.
Las canas no han llegado en vano. Ya no se desempeña como profesor en los diferentes grados de escuela y también dejó hace rato su puesto administrativo, pero su convicción de dar el ejemplo a los menores no se opaca. Si bien hace varios años debió retirarse de la institución por problemas de salud, afirma que regresar al ambiente estudiantil se convirtió en su mejor medicina.
“Los niños me ponen feliz. Desde que abrí la escuela, y luego con el colegio, he tratado de que todos gocen con la enseñanza. Aprender puede ser un placer y además es una forma de evitar la violencia”, comenta seguro.
El legado que ha dejado a lo largo de los años es evidente. Al entrar al colegio, un busto suyo se levanta en el jardín, a vista de todos los visitantes. Además, sus dos hijos terminaron siguiendo su ejemplo y dedicándose primero a la docencia y, más adelante, a labores administrativas en la misma institución.
Su hijo Michael afirma que “la conexión de él con los niños lo llena tanto que eso es lo que lo motiva a seguir viniendo. Además, ellos lo disfrutan cada día, y cuando falta, ellos lo extrañan”.
Mister Genis todavía no tiene planeado su retiro y parece que ni siquiera le ronda la mente.