Armados con una cámara de video y un microscopio de disección, científicos de la Universidad de Costa Rica (UCR) tomaron varias arañas de Cahuita, Talamanca, y el Valle Central y decidieron averiguar por qué estos animalitos logran atrapar en sus redes a otros insectos, pero siempre se libran de enredarse, especialmente cuando construyen la telaraña.
¿Cómo es eso posible? Antes se creía que, por instinto, ellas eran muy cuidadosas para desplazarse solo por las partes “no pegajosas” de las telarañas.
Sin embargo, el nuevo análisis nacional reveló que su secreto para no adherirse está en sus patas traseras y en un químico que emana de la boca.
En las patas, Daniel Briceño y William Eberhar encontraron dos claves.
Primero, que están protegidas por una cubierta de cientos de filamentos o pelos que no están ordenados en filas, pero sí orientados en la misma dirección. Esto conforma una especie de colchón y hace que el hilo pegajoso (de la telaraña) se mantenga lo más alejado posible de la base de la pata y no se pegue.
El diámetro de una pata de estas es de apenas unos 4 mm y cada uno de esos pelitos tiene unos 0,05 mm de largo y 0,01 mm de grosor.
Estos pelitos son los que conforman como una barrera suave para que la pata no se adhiera.
Sumado a ello, se confirmó la presencia, en las patas, de un revestimiento químico de una sustancia aceitosa que evita que el animal se quede pegado.
La primera es muy grande y muy lenta para construir la telaraña. “Eso nos permitió filmarla y estudiarla mejor”, explicó Briceño.
Estas arañas pueden durar 30 minutos construyendo una red de mediano tamaño.
La segunda especie fue la conocida popularmente como araña cangrejo. Estas tienen espinitas y las hay amarillas y rojas. Se encuentran en el Valle Central.
Su análisis empezó hace dos años. Ellos primero emplearon lentes de aproximación para ver los movimientos de las arañas y luego usaron, literalmente, sus patas.
Visitaron ciertos sitios y recolectaron allí los especímenes. Luego, los llevaron al laboratorio de biología de la UCR y empezaron a ver sus extremidades.
Así fue como observaron estos pelos, la disposición que estos tienen y su gran abundancia. Después, tomaron por separado las patas y empezaron a hacer pruebas.
En unos casos rasuraron esas patas para ver qué pasaba si perdían esa cobertura de pelos. En otros, emplearon agua y solventes para quitarles el químico antiadhesivo.
En algunos casos, ese ejercicio se hizo con arañas vivas, y se detectó que ellas, inmediatamente, tendían a llevarse las patas a la boca para volver a aplicarse el químico. “Por eso suponemos que el material se produce y segrega de ahí”, dijo Briceño.
En ambos experimentos, sin pelos o sin químico, las patas perdían la capacidad de zafarse del pegamento de las redes.
Se piensa, no obstante, en la posibilidad de emplear estos aceites antiadhesivos con fines médicos. “Alguna gente se ha planteado (el uso) contra microcirugías también o como aceites para lubricar”, dijo. “Sabemos que el aceite no es tan superhidrofóbico como pensábamos al inicio, pero igualmente puede tener un valor importante”, añadió.
Lo que sigue ahora es la caracterización molecular de este compuesto químico antiadhesivo de las arañas.
Los resultados de esta investigación se lograron con el apoyo del Smithsonian Tropical Research Institute . Estos se publicaron en linea en la revista de ciencia natural