Salmoneo fue uno de esos hombres que se entregan a la política y a los que, por desgracia, la política no devuelve. En sus ratos libres era rey, lo cual ya es una redundancia. Según las ficciones más autorizadas por la credulidad, Salmoneo fue un noble griego, hermano del rey Sísifo, quien, años después, trabajaría en el título de un libro de Albert Camus: El mito de Sísifo , de modo que Sísifo fue el único rey griego que se dedicó al existencialismo.
En aquella obra, Camus sugiere que el gran problema de la filosofía es el suicidio, lo que realmente nos tranquiliza porque es un problema que ya trae la solución.
Salmoneo fue también hombre de amplias ambiciones. No pretendió ser como otros gobernantes, apreciados por la modestia que los caracteriza y que, curiosamente, es la que les corresponde.
En cambio, Salmoneo quiso ser dios; pero descubrió pronto que los dioses habían llegado antes, de manera que el Olimpo estaba completo y ya no había nada que hacer a esas alturas de la mitología griega.
Frustrado, Salmoneo decidió convertirse en un Zeus de opereta y construyó un carro que emitía estruendos y lanzaba saetas a imitación de los rayos de aquel dios. Zeus castigó ese pecado de soberbia (hibris): le lanzó rayos como flechas, hecho un Cupido del odio.
Castigado, Salmoneo habita en la poesía, en el infernal canto VI de la Eneida , que Virgilio creó para adelantarse a Dante Alighieri.
No parece que ‘Salmoneo’ se relacione con ‘salmón’. Los diccionarios etimológicos a veces disienten; en la duda, afirman que algunas palabras son de “origen incierto”.
En la etimología, la incertidumbre se parece a la política porque, en vez de resolver los problemas, dejan los proyectos de ley para el próximo gobierno.
Como sea, la muerte de Salmoneo es un asesinato cortesía de dioses comparada con la muerte del salmón que remonta un río para desovar y extinguir su vida.
En el libro ¿Por qué las cebras no tienen úlceras? , el biólogo Robert Sapolsky describe el devastado cuerpo de los salmones que han nadado contra la corriente: úlceras, parásitos, infecciones, sistema inmunitario destruido y enormes glándulas suprarrenales –síntomas de una arrasadora tensión ( de estrés , como pensamos en inglés cuando hablamos en español)–.
El resultado físico de la angustia perpetua es la carga aloestática, e implica envejecimiento prematuro y riesgos de sufrir otros males.
En el libro Las desigualdades perjudican , el biólogo Richard Wilkinson recuerda la sorpresa que, a inicios del siglo XX, se llevaron los estudiantes de anatomía que examinaban cadáveres de indigentes: hallar la misma devastación causada por el estrés en los salmones.