Tras la renuncia del Ministro de Obras Públicas a raíz del escándalo de la trocha fronteriza, circuló la noticia de que sería sustituido por un ingeniero cartaginés, miembro del Partido Liberación Nacional, cuyo nombramiento podría haberle restituido a la administración Chinchilla algo de la credibilidad que había venido perdiendo a raudales. Fue incomprensible, entonces, que aquel buen candidato fuera finalmente descartado, e imaginamos que nuestra extrañeza era compartida por muchos, pero cualquier comentario sobre el tema habría estado de más mientras no se vislumbrara la misteriosa razón que motivó el curioso viraje.
Ahora, todo pareciera estar claro, no porque el Gobierno sufriera un súbito arranque de transparencia sino porque no pudo impedir que quedara expuesta una aparente vinculación previa del actual ocupante del cargo de ministro con la empresa (que tenía que ser) favorecida con el contrato para el arreglo de la carretera San José-San Ramón. No viene al caso referirse aquí a los lamentables sucesos que el Gobierno, bajo los efectos de un ataque de pánico, provocó en Alajuela el 11 de abril, ni a la justa indignación que movió a varias comunidades a manifestarse contra una decisión cuando menos discutible. Y no es que se trate de temas sin importancia, es que ya miles de ciudadanos y ciudadanas dijeron de manera bastante expresiva cuanto quedaba por decir.
Lo que sí amerita un comentario es la tardanza que mostraron los dirigentes del PLN –la cúpula dice la prensa– en pronunciarse, no sin cierta ambiguedad y bajo la sospecha de simple cálculo electoral, sobre el asunto. Probablemente atenidos a que, gracias a la indolencia de los partidos de oposición, tienen ganadas de sobra las elecciones del año entrante, apenas si se habían atrevido a esbozar alguna tibia objeción a la arrogancia del Gobierno. Por eso resulta alentador que el candidato de ese partido a la presidencia de la República, y ya ungido por las encuestas –Maduro verde y sin Capriles de otro color enfrente, observaba alguien en la red– saliera de manera más oportuna a sugerir la rescisión del contrato con la empresa OAS. Desde luego, siempre habría sido preferible que lo hiciera con algo más de énfasis, pero no estuvo mal en medio del vacío de poder y de decoro político al que el país ha sido arrastrado por el actual (des)gobierno. Líder indisputable del PLN, e inexorable futuro presidente, ya es hora de que se haga cargo del látigo interno y de la prudencia externa. Y ojalá no se diga, al final de su gestión, que habría sido mejor elegir a su modisto.