Baikonur, Kazajstán. AP. Mientras la enorme nave espacial Soyuz es transportada lentamente, acostada sobre una estructura hacia la rampa de lanzamiento en las heladas estepas de Kazajstán, incluso el más avezado fanático del espacio no puede contener su admiración por el espectáculo.
En vista de que la NASA finalmente retirará sus transbordadores el año próximo, el venerable caballo de batalla ruso se convertirá ahora en la única conexión del mundo con la Estación Espacial Internacional.
Ese predicamento causa sentimientos encontrados: preocupación por la dependencia excesiva del programa espacial de Rusia y admiración por la durabilidad de ese producto de la ingeniería soviética.
El vehículo es fuerte, funcional, sin lujos ni pretensiones y puede aguantar golpes y seguir andando, dijo James Oberg, un veterano del Control de Misiones de Transbordadores para la NASA en Houston.
La más reciente misión de la Soyuz comenzó el miércoles, cuando la astronauta estadounidense Catherine Coleman, el cosmonauta ruso Dimitry Kondratyev y el italiano Paolo Nespoli, despegaron del cosmódromo de Baikonur en Kazajstán.
En una técnica refinada tras cuatro décadas de lanzamientos, el cohete portador fue sacado horizontalmente de su hangar en tren y llevado al sitio del despegue en la oscuridad invernal.
En contraste con el transbordador alado de la NASA, que es reusable, aunque extremamente costoso de operar, el Soyuz solamente puede ser usado una vez. Es básicamente una cápsula propulsada por cohetes poderosos.
El nombre, que significa “unión” en ruso, fue un tributo a su diseño soviético y una alusión a la capacidad de la Soyuz de acoplarse con otros módulos. Ese detalle fue algo vital antes de siquiera pensar en misiones espaciales a largo plazo y posibles viajes fuera de la atmósfera terrestre.
Aunque la viabilidad del transbordador ha sido obstaculizada por numerosos retrasos, la última vez que un lanzamiento de la Soyuz se pospuso fue en 1971.
Sin embargo, pese a toda su confiabilidad, el primer lanzamiento de la Soyuz en abril de 1967 concluyó en tragedia. El único cosmonauta a bordo, el coronel Vladimir Komarov, murió al reingresar a la atmósfera.
Las autoridades soviéticas se habían alarmado con los avances estadounidenses en la carrera espacial y habían presionado por un pronto despliegue de la Soyuz antes que Estados Unidos pudiese despegar el Apolo. El desastre llevó a un aplazamiento inmediato de las misiones tripuladas al espacio e inyectó cautela.