Venido de la tradición oral, de baladas, como tantos héroes de la literatura épica, Robin Hood es figura emblemática en el cine de aventuras. Ahora, este personaje nos llega de la mano de un director inglés que sabe narrar y poner en imágenes fascinantes cualquier historia, aunque –a veces– lo haga de manera desapasionada, como le sucede ahora con su filme Robin Hood (2010). Hablamos de Ridley Scott.
Este conocido realizador parte del guion escrito por Brian Helgeland, quien recrea una historia improbable sobre el conocido arquero de los bosques de Sherwood, relato que se presenta –en la película– como el antecedente que llevó a Robin Hood (Petirrojo de la Capucha) a convertirse en un justiciero al margen de la ley.
Para ser una especie de introito a la leyenda, el filme se distancia bastante de lo legendario. Incluso, pronto vemos morir al rey inglés Ricardo Corazón de León, que es con quien se cierra, precisamente, el ciclo de baladas sobre Robin Hood. De ahí en adelante, el filme se estructura sobre su propio mundo y aceptamos que lo hace con coherencia interna.
Sin embargo, con grandes recursos formales, Ridley Scott no logra darles pasión a los acontecimientos. Parece un texto desdramatizado, sin fuerza interior en los personajes, aunque expresado –en lo visual– de manera magnífica, con esplendidez en los aspectos formales (incluidas la música y la fotografía, excelentes ambas). El trabajo de Scott es impecable, correcto y exhibe maestría académica.
Hay que decirlo: hay tomas en secuencias que son inolvidables, que invitan a ir de nuevo al cine para disfrutarlas en su ojo talentoso, pero ni así se logra darle calor a la historia, por demás muy fragmentaria con sus constantes saltos geográficos entre lugares distintos de Francia o Inglaterra. La falta de ardor de la película se agrava por las actuaciones gélidas de Russell Crowe y de Cate Blanchett. Lástima que no se le diera más pantalla a ese extraordinario actor sueco que es Max von Sydow.
El actor Russell Crowe es un Robin pegado aún al cuerpo de su anterior gladiador. Ni siquiera es creíble al decir los parlamentos inteligentes que le dieron: son palabras de actual trasgresión política. Nos quedamos con el héroe de los bosques encarnado por Douglas Fairbanks (1922), Errol Flynn (1938), Sean Coonery (1976) y el propio Kevin Costner (1991). En fin, la película –sea como sea– vale la pena ser vista.