mazalri22@gmail.comCorría el año 1920 en La Habana, Cuba. La compañía de ópera de Adolfo Bracale presentaba El trovador , de Giuseppe Verdi. El tenor Enrico Caruso, el más grande de todos los tiempos, se rehusaba a cantar por molestias en su voz. Bracale, acongojado, pidió a Melico Salazar que lo sustituyera y éste se negó en redondo.
Al final, el costarricense cedió y aceptó sustituir al italiano. El testigo de excepción era el pianista y violinista nacional Alcides Prado, quien formaba parte de la compañía artística. Al terminar la función, el público aplaudió con delirio a Melico, y el mismo Caruso subió al escenario para felicitar al cantor. En ese momento, exclamó su famosa frase: “Señores y señoras, aquí está mi sucesor”.
Pasada la algarabía, Alcides Prado le preguntó a Melico por qué aceptó cantar sin los debidos ensayos. El tenor contestó que puso como condición a Bracale cancelarle $1.000 que le debía más $500 por la función. Con ese arreglo económico, Melico Salazar cantó como nunca en La Habana.
La relación entre Salazar y Alcides Prado es parte esencial de la historia de la música criolla. Es destacable que no era usual en Melico ocuparse de la música popular: lo suyo era la lírica. Sin embargo, a principios de 1950, en un concierto en el teatro Astral de Heredia, Melico estrenó e interpretó tres veces la canción de Prado Ya que te vas de mi vida . En esa misma presentación interpretó el famoso tema Nunca , del mexicano Guty Cárdenas.
La biografía de Alcides Prado escrita por Yehudi Monestel Arce discurre por esas y otras peripecias que todos los músicos enfrentan en el transcurso de sus vidas. Queda patente la rigurosidad de Prado cuando se empeñó en formarse en las escuelas musicales que existían en San José a principios del siglo XX. Este aspecto es una de las valiosas contribuciones de esta biografía: la reconstrucción del ambiente musical josefino de aquellos años.
Otro aporte relevante es detectar la influencia musical cubana en Costa Rica, particularmente la del pianista y compositor habanero Ernesto Lecuona. Uno de los productos de esa presencia es la danza El baile de la jícara , compuesta por Prado para la zarzuela La casa del diablo , que con el tiempo cambió su nombre por Nuestra tierra .
Durante la década del 20, Lecuona orientó a Prado para llevar a cabo una larga temporada en Panamá, utilizando la música del cubano para abrirse campo en la vecina república del sur.
La presencia de Lecuona en la actividad artística de Alcides Prado se mantuvo a lo largo de su vida. En febrero de 1950, Prado se incorporó a la Compañía de Revistas y Estampas Españolas, de la artista ibérica Estrellita Castro. Con este grupo cumplió una gira por Centroamérica, interpretando música del compositor cubano.
Otro de los hitos en la carrera de Prado fue la composición del tema Déjame morir a solas , la cual fue grabada por los afamados cantantes Margarita Cueto y José Moriche. Este hecho equivaldría en nuestros días a que un cantante de fama mundial grabara un tema de un autor costarricense. El biógrafo enfatiza que esta canción, en la voz de Cueto y Moriche, fue un éxito continental.
En México, sus contactos fueron destacados artistas de la talla de Cantinflas, Alfonso Ortiz Tirado, los hermanos Soler, Tito Guízar, Pedro Vargas, Paco Miller y Ángel Garaza, entre otros. Ese vínculo alcanzó uno de sus puntos más altos cuando Prado ganó en 1979 el primer premio en el concurso para componer el Himno del Parlamento Latinoamericano , promovido desde México.
Uno de los méritos de esta biografía es definir los vínculos de la música costarricense –lírica y popular– con la de Centroamérica, México y Cuba, fundamentalmente. Poco se ha investigado y escrito sobre este tema, enriquecido por otros artistas que forjaron enlaces con la producción musical de otras latitudes.
La obra de Alcides Prado comprende piezas que van de la música clásica hasta las canciones populares, pasando por las composiciones religiosas, cuentos musi-calizados, canciones para niños, marchas, himnos, ópera, opereta y zarzuela.
El objetivo de una biografía no es solo ofrecer el retrato de una persona. También debe reflejar la sociedad de su tiempo, los personajes del entorno, la obra de sus coetáneos, la vida misma de un país y de una región. Esta biografía viene a aportar una pieza más en el mosaico de la historia de la música costarricense.