La personalidad de August Strindberg (1849 - 1912) era tan exuberante que no cabía en su minúsculo teatro de cámara. Su energía creativa se desbordó a la novela, la poesía, la pintura y el ensayo. Sin embargo, todo era teatro y representación para el adusto sueco, quien sobrevivió al escándalo y a la crítica para convertirse en uno de los más influyentes dramaturgos de fines del siglo XIX.
Strindberg se hizo famoso con La habitación roja (1879), una sátira descarnada de la sociedad sueca de su tiempo. “Soy socialista, nihilista, republicano, ¡cualquier cosa que sea antireaccionario! Quiero volver todo al revés y ver qué hay por debajo”, expresó en una carta vehemente al intelectual Edvard Brandes.
Seresistía a lo cómodo, a lo convencional. El fantasma que acosó su creación fue la mujer. En El padre (1887) y La señorita Julie (1888) explotan críticas contra la institución del matrimonio y hasta contra las mujeres. Strindberg fracasó en tres matrimonios y su vida emocional fue inestable. Sufrió crisis nerviosas graves, periodos de paranoia y épocas de fascinación con lo oculto.
De un remolino de percepciones surgieron más de sesenta piezas para teatro. En El sueño (1901) una hija de Dios desciende a la Tierra para entender cómo viven los humanos. Tras conocer decenas de personajes y varios tipos de sufrimientos terrenales, concluye que por los hombres solo cabe sentir lástima.
El mayor aporte del sueco fue su teatro de cámara: una obra desnuda, con escasa utilería, apenas los decorados esenciales y toda la atención en un reducido grupo de actores. En 1907 fundó su Teatro Íntimo en Estocolmo, que tuvo corta vida. La sonata fantasma y El pelícano fueron piezas quecombinaban el naturalismo y la fantasía.
Para Strindberg, el teatro ideal representaba un combate, un duelo entre dos mentes dispuestas a la agresión. Tennessee Williams, Eugene O'Neill y Edward Albee fueron dramaturgos que aprendieron la lección. Sumergido en un remolino de locura perpetua, Strindberg expuso virulentas discusiones sobre la condición humana.
Fernando Chaves Espinach
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