Desde hace días trato de hacer mi Carta a los Reyes Magos, sin mucho éxito. Parece que entre más años sumo, menos me interesa coleccionar artefactos y no tengo ningún juguete que pedir; me conformo con salud, trabajo y ocio entretenido. Pero decidí finalmente no desaprovechar la ocasión y escribirles una nota con el siguiente pedido:
Al Rey Melchor: que deje nuestro oro guardadito en las entrañas terrestres, ¡sin minería a cielo abierto!
Al Rey Gaspar: que al amparo de las leyes de propiedad intelectual aprobadas con el TLC, pida a los Tribunales que saquen del mercado el perfume de incienso marca “Águila-Tica”, que tiene a algunos mareados y jugando de Super-Man. (Esto ahorrará una importante factura al Régimen de Enfermedad de la CCSS, dado que sus usuarios –a falta de alas– han sufrido serias caídas).
Al Rey Baltasar: que le lleve un poquito de mirra a doña Viviana, para que dé final sepultura al aumento salarial. A los tres, que le regalen a Laurita una brújula que le permita sortear los nubarrones y seguir su Estrella y, de paso, que se vengan a comer conmigo un Roscón de Reyes en La Castellana... o mejor aún, ¡que me lleven a comer con ellos uno en La Mallorquina!