El aula es la turbina de la educación. Allí se produce toda la energía necesaria para lograr el conocimiento, preparar el alma para las cosas positivas y ordenar la mente de los jóvenes.
El educador necesita trabajar con los padres de familia, los vecinos, sus colegas –pues no es una isla autónoma–. Progresa cuando sabe unir y hacer puentes.
Es un esfuerzo de muchos, pero en cada persona tiene resultados diferentes. Un punto delicado de la obra educativa, según señala Benedicto XVI a los educadores de Roma, en un reciente documento, es “encontrar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Sin reglas de comportamiento y de vida, aplicadas día tras día en pequeñas cosas, no se forma el carácter y no se preparar para afrontar las pruebas que no faltan en el futuro”.
Abundantes dificultades. En estos días, a muchos educadores les faltarán herramientas para el trabajo diario y tendrán que laborar en aulas defectuosas, sin suficiente luz, con lluvia o con calor. Sobrarán dificultades a ellos y a sus alumnos.
Sabemos que toda educación requiere trabajar con sacrificio, dar fuerza interior a las metas educativas y deseos de mejorar a los objetivos de cada uno de los estudiantes. Cierto, todo proceso educativo requiere fortaleza para gobernar inteligentemente y dirigir por el sendero correcto a los alumnos.
En momentos cuando en los cinco continentes se producen violaciones a la vida humana, tanto en el laboratorio, como en el quirófano con el aborto o en los últimos instantes de vida, con la eutanasia, es de vital importancia que los educadores tengan presentes el principio de no matar e inculquen a los alumnos, el respetar siempre a la persona en sus derechos fundamentales: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” (artículo 4 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos) – http://www.un.org/spanish/aboutun/hrights.htm –.
Es importante que a los alumnos, en todos los niveles, les quede bien arraigado este principio, en vista de la actual situación. El respeto a la dignidad humana ha hecho grande al país en los escenarios internacionales. “Sería una educación sumamente pobre la que se limitara a dar nociones e informaciones, dejando de lado la gran pregunta sobre la verdad, sobre todo sobre esa verdad que puede ser la guía de la vida” (Benedicto XVI, carta sobre la tarea urgente de la educación, 29/1/08).
El objetivo también debe ser ayudar a la formación de los educadores, colaborar en mantener las escuelas en correcto estado, saber dar una mano a la escuela que está cerca de nuestro lugar de residencia. No basta pasar frente a ella. La educación nos pide muchas manos. Es el centro del cambio nacional.
Muchas modestas, grandes y medianas escuelas merecen una ayuda, un aporte, para mejorar las instalaciones y, sobre todo, la colaboración en financiar la formación de los educadores, de modo que lleguen a ser los profesionales más capacitados de nuestro país. Esta misma lección debe comentar en la junta directiva, el sindicato, la asociación solidarista, en el desarrollo de la comunidad.
Es un objetivo para toda Costa Rica.