En el mundo de las artes visuales hay obras que sobresalen por su calidad plástica, y hay otras que llaman la atención por el tema tratado o por la idea que intentan comunicar; mas, si queremos referirnos a obras de arte serias, entonces debemos celebrar cada oportunidad en la que encontramos una creación que –sin necesitar una exégesis verbal a su lado– transmite un contenido sugestivo por medio de una armoniosa conjugación de formas, materiales, texturas, colores y cualquier otro recurso formal. Mirar una pintura o un grabado de Sofía Ruiz Ugalde es presenciar el producto de una crea-dora que hace parecer fácil la compleja labor de ofrecer arte.
Sofía Ruiz tiene una no tan larga trayectoria, pero ha logrado sobresalir en un medio espinoso que oscila entre lo decorativo y lo “conceptual” como criterios de valor, y que suele olvidar que la clave reside en la unión y el balance de forma y contenido.
En estos dos años, la artista ha presentado dos muestras individuales; además, ha participado en varias exposiciones colectivas y en dos de ellas ha obtenido reconocimientos. Las que la hacen merecedora del Premio Áncora son sus exhibiciones
Las diez pinturas de
No obstante, la manera de plasmar el asunto es la mayor virtud de Sofía. Tiene un gran dominio del dibujo, de la pintura y de los procedimientos del grabado en metal. Igualmente destaca la perspicacia para crear composiciones sencillas, pero equilibradas y atrayentes. La deformación de las figuras, el estilo de influencia expresionista, los gruesos impastos, la mezcla de técnicas, los trazos y las pinceladas atrevidas son elementos formales que, fusionados, nos hacen esperar con verdadero interés la próxima exposición de Sofía Ruiz Ugalde.
La práctica escultórica tiene una larga trayectoria en el arte costarricense; ha sido continua desde la Generación del 30 y hasta el día de hoy, cuando se ha ampliado y diversificado. Por tal motivo, después de evaluar las exposiciones que durante los años 2009 y 2010 han abordado el ámbito de la tridimensión, se decidió otorgar el Premio Áncora a la muestra de escultura
El premio dado se sustenta en dos hechos: el primero es el buen nivel de la exposición como conjunto; el segundo, la importancia de crear un proyecto grupal que además se orienta al futuro.
En relación con lo primero hay que manifestar que las cinco propuestas se sostienen muy bien juntas gracias al valor otorgado a la técnica, pese a lo diverso de los trabajos tanto en lo conceptual como en lo técnico. Todas las obras están unidas por el oficio y cuentan con un tratamiento técnico depurado, ya sea que su realización se deba a la talla directa de piedras nacionales, mármoles extranjeros o madera; o a que se las haya fundido en bronce, o a que sean objetos encontrados naturales, como los cocos, y que fueron pulidos como si fuesen piedras preciosas. Todas las obras se trabajaron con profesionalismo, desde aquellas convencionales que continúan la tradición local, hasta las de carácter instalativo.
Por otro lado, en relación con el segundo hecho, es importante resaltar que la exposición fue una iniciativa de los artistas participantes –llevada a cabo con el apoyo de la Galería Nacional– con el objetivo de aunar esfuerzos para que se perciba mejor su trabajo. Ese es un hecho poco usual en el medio escultórico e implica una apertura y una conciencia de que se pueden fortalecer los esfuerzos individuales mediante la unión. Los artistas participantes conciben
S e podría pensar que la literatura pierde espacios a medida que los canales tradicionales se orientan más hacia el espectáculo, pero, en Costa Rica , la literatura se ha visto favorecida por la creación de pequeñas editoriales,
La literatura es una bitácora para el pensamiento. Es necesario que el pensamiento y la palabra se entrelacen en la ficción para sugerir propuestas nuevas, que contribuyan a modelar el
Al parecer, la brújula está determinada por un autor a quien no le importa entretener, sino solamente tener la humana condición del desconcierto. La emoción contenida guía al lector hacia la falta de la emoción, y paradójicamente provoca que se una en la necesidad de encontrarla. Esta indolencia bien puede representar una época en la que ya no importa el tema en sí, sino la búsqueda de temas. Ya no importa la identidad, sino la búsqueda de sentido. Más que brillantes argumentos,
Barquero logra decantar a los personajes en su evasión, dentro de la atmósfera, como quien vierte mercurio en aceite, al utilizar metáforas parcas pero de profundo resultado semántico. El producto es un texto con lograda administración de la tensión. El drama subyace oculto entre los esca-sos adjetivos que evocan al estilo de William Faulkner y el de Yolanda Oreamuno. Como ellos, su lenguaje transmite la vaguedad que queda en la atmósfera cuando el metal busca o es buscado por el fondo. En esa búsqueda opera la magia de las palabras y nos convoca a vernos reflejados como sociedad, rescatando al cuento del anecdotario, para saltar hacia la lúcida ficción donde la suma de las partes nunca es igual al todo.
Guillermo Barquero es un escritor joven (nació en 1979) que recientemente ha dado muestras de gran actividad literaria. Del 2001 es su primer volumen de relatos,
El ambiente es opresivo y se elabora en especial por la yuxtaposición sintáctica, por una abigarrada superposición de periodos, por una sintaxis en apariencia caótica, pero que contribuye a crear una sensación de pérdida del sentido, de ahogo y de vacío.
Sin duda alguna,
En
El intertexto bíblico habla de una purificación redentora, de una nueva alianza; aquí, el diluvio se somete a la lógica de la parodia. Tras un recorrido vital de experiencias límites de la condición humana –suicidio, ausencia paterna, alcoholismo, miseria–, el protagonista confronta la soledad total: la desaparición de sus congéneres y la imposibilidad de alcanzar un consuelo, o un escape, en la trascendencia divina.
El resultado es un final abierto en el que no es claro si la muerte es redención o si solo es la conclusión del sinsentido. Esta obra es un aporte de indudable valor para la literatura costarricense.
La categoría del ensayo exige consideraciones previas, un marco de referencias mínimas. El ensayo (lo dice el nombre) explora temas y realidades por medio del pensamiento: un pensamiento libre, personal, que da sello estilístico a la obra y que trata de llegar a cada lector como propuesta para ser compartida o debatida, y ojalá que disfrutada.
Desde tal punto de vista,
En el libro, Carlos Francisco Monge denomina “figuraciones” a la acción siguiente. Ella radica en internarse por los territorios delimitados, fronteras adentro: los territorios han de ser leídos, usando el recuerdo, cierto registro inmediato, un esbozo de crónica, la proyección libre de la mente a partir del fenómeno observado, acción que confiere unidad a lo diverso y que marca el ritmo del libro en su tarea de búsqueda y decantación.
El ensayo se abre y cierra, pues, sobre su mismo eje, dibujando no una recta progresiva, sino el trazo giroscópico de un vaivén al servicio de la lectura suelta, recreativa en el buen sentido del término, capaz de incitar sin provocaciones deliberadas, de promover el interés de expertos y profanos sin acudir a ningún tipo de efectismo.
Por todo lo aquí señalado, el libro
La historiografía de Costa Rica de los últimos veinte años evidencia profundos cambios. Destacan nuevos temas así como distintas maneras de investigar y de escribir la historia. La investigación histórica se guía hoy por profundas, importantes y pertinentes preguntas.
Se tratan problemas que afectan regiones en momentos determinados. Los actores también son otros: han entrado en los escenarios los indígenas, los mestizos, los mulatos, los descendientes de africanos, los pobres, las mujeres, los jóvenes y los niños.
La historia de las poblaciones es también relevante. El manejo de las fuentes se ha sistematizado. La historia se ha profesionalizado. En nuestro país, en esta ardua tarea ha sido fundamental la contribución de Héctor Pérez Brignoli, ganador del Premio Áncora de Historia por la obra
El autor se incorporó a la Universidad de Costa Rica en 1974 y es profesor emérito desde el 2004. Ha escrito varios libros y muchos artículos que han ganado importantes reconocimientos. El libro premiado es el producto de por lo menos 15 años de investigación en historia demográfica.
El autor se ha concentrado en investigar, analizar e interpretar, con gran acuciosidad y precisión, los datos existentes para los estudios de la población de Costa Rica, para entender los cambios en el contexto del desarrollo político, social y cultural de nuestro país en esos siglos.
Uno de los valores de la obra es la compleja tarea de reconstruir, con la metodología adecuada, series de datos ausentes de las fuentes primarias que consultó el autor. Otro aspecto fundamental del libro es el análisis de las migraciones en aquellos años, y los estudios sobre la mortalidad por sexo y edad en el siglo XX.
De gran relevancia para el estudio del desarrollo de la medicina moderna en Costa Rica son la creación de instituciones como la CCSS y el valor de la salud como un derecho social.
El autor contrasta las tendencias demográficas del pasado y del presente, trayendo al lector de la mano hasta la actualidad. Ante una población que será mayoritariamente adulta, en un ambiente cada vez más urbano, la obra de Héctor Pérez Brignoli permite imaginar un poco la vida de los costarricenses en el futuro.